Es más que posible que, a menudo, los periodistas nos pongamos la camiseta de nuestro equipo a la hora de hacer las informaciones. Uno de los recursos más habituales es echar la culpa al árbitro, porque excusamos a los nuestros, les concedemos la coartada de una derrota, les tapamos su parte de culpabilidad. En tal forma, cuando realmente suceden arbitrajes como el que el Castellón sufrió en Los Arcos, puede que perdamos fuerza.

Me gustaría que cualquiera al que un Orihuela-Castellón de Tercera ni le va ni le viene, vea lo sucedido ayer. Los albinegros pegaron las mismas patadas que los locales, pero acabaron con ocho sobre el terreno de juego, más el entrenador en la grada.

Sí, considero que el Castellón perdió por culpa de Navarro Navarro, aunque él no tuvo toda la responsabilidad. Los orelluts prolongaron el relax tras 11 días sin jugar media hora más y cuando quisieron darse cuenta, ya estaban 1-0 abajo y con 10. La respuesta del equipo, en inferioridad numérica, durante tantos minutos y de una forma acusada mientras iba perdiendo jugadores, es encomiable. De haber salido así, otro gallo hubiese cantado, pero tal como estaba el joven colegiado alicantino, difícilmente hubiesen esquivado la derrota.

El caso es que salvo una segunda vuelta asombrosa, el Castellón se despide de los dos primeros puestos. Ahora, toca ganar al Alzira y acertar en la remodelación de la plantilla que ponga fin a cierto aburguesamiento.