Argentina encerró sus fantasmas en el estadio Maracaná y derrotó 2-0 con algo de su acostumbrado sufrimiento a Venezuela en los cuartos de final de la Copa América. La alegría no podía ser del todo completa: se viene nada menos que Brasil, su enemigo histórico en el fútbol y el escollo para llegar a la instancia definitiva de un certamen que no consigue desde 1993. "Sabemos lo que significa Brasil, y además son locales. Les costó mucho pasar pero tienen jugadores muy desequilibrantes. Es difícil hablar de favoritos cuando se juega una Copa América, pero ellos son los locales", dijo Leo Messi.

"Es un sentimiento, no puedo parar, cada día te quiero más", tronaron las gargantas de 25.000 hinchas. Argentina trató desde el principio imponer su historia. Presionó a un rival desconcertado que solo atinó a replegarse. El primero en llegar con peligro a la portería defendida por Fariñez fue el Kun Agüero. A los diez minutos, el dominio celeste y blanco era completo. La apertura del marcador llegó de la mejor manera: con un taco de Lautaro Martínez. Messi ejecutó un tiro de esquina desde la izquierda. El balón quedó tras un rebote en los botines del mismo jugador del Manchester City. Agüero lo buscó al del Inter. Martínez lo definió de manera magistral. Si algo necesitaba el conjunto que dirige el vapuleado Lionel Scaloni es sacarse pronto el nerviosismo y los miedos de una nueva frustración.

La intensidad argentina del primer cuarto de hora comenzó a ceder gradualmente y la Vinotinto trató de animarse a buscar la paridad. "Jueguen, jueguen", gritaba desde afuera el entrenador Rafael Dudamel. Argentina esperó el momento del descuido para contragolpear. Lautaro, lo mejor de la blanquiceleste, estuvo muy cerca de aumentar diferencias a los 45 minutos.

Leo Messi no brilló. Ejecutó un tiro libre sin su puntería acostumbrada. Pero su sola presencia fue siempre una amenaza. Venezuela tuvo que redoblar esfuerzos para que no entrara en contacto con el juego. Messi siempre es Messi, cuando brilla o se queda a un costado. Si hasta cantó el himno argentino esta vez, para callar a los que miden el patriotismo en decibeles. "No está siendo mi mejor Copa, lo que yo esperaba. Se junta mucha gente en el medio. Pero lo importante es que se ganó", dijo el mejor de todos, muy molesto por el estado calamintoso de los terrenos. "Las canchas son muy malas, una vergüenza. No ayuda para jugar a dos toques. Pica mal, no se puede conducir, los balones parecen conejos yendo para cualquier lado". Más allá del sentido autocrítico del capitán, Scaloni destacó todo lo que significa. "Para nosotros su aporte es esencial".

El segundo tiempo no mostró mayores variantes. Un chutazo de Martínez dio en el palo. El derroche de energía de los venezolanos no le alcanzó para doblegar a Franco Armani aunque sí para dar más de un susto. "Sabíamos que en el segundo tiempo iban a venir con todo", dijo Messi y reconoció que para mantener los resultados todo el equipo debe aportar mucho más. "Los tres de arriba tenemos que correr y ayudar defensivamente". El 2-0 llegó en el momento más necesitado para Argetnina. De Paul robó un balón por derecha. Agüero apuntó contra Fariñe. El portero no pudo retener el disparo y Lo Celso solo tuvo aprovechar el rebote y empujarla. Ahí se terminó todo.

La superioridad argentina frente a la Vinotinto terminó finalmente por imponerse. Algo, curiosamente, iguala a ambas selecciones. Una y otra se han convertido en campos de batalla que exceden a lo estrictamente futbolístico. En Venezuela, Nicolás Maduro y Juan Guaidó, a quien Estados Unidos y otros 54 Gobiernos reconocieron como "presidente encargado", intentaron en las vísperas del partido capitalizar la imagen del seleccionado. En el caso argentino, el director general de seleccionados, César Luis Menotti, y Oscar Ruggeri, campeón mundial en 1986 y ganador de dos Copa América, se enfrentaron duramente. "Vago", le dijo Ruggeri al entrenador campeón del mundo 1978 por no ir a Brasil. Menotti no se ahorró agravios.

La victoria ha puesto un paréntesis en el enfrentamiento. La basura, otra vez, debajo de la alfombra. Ahora, los argentinos sueñan. Otra vez volvió a cantarse con fanfarronería eso de "Brasil, decime qué se siente, tener en casa a tu papá".