En la Casa de Campo de Madrid se disputaba en el 2005 la prueba de contrarreloj del Mundial de ciclismo. Los periodistas que cubrían la prueba (era fácil la broma e incluso el chiste) se entretenían a costa del nombre de la corredora que conseguía lamedalla de bronce. Se llamaba Kristin Armstrong y, curiosamente, coincidía en nombre y apellido con la primera mujer de quien por aquel entonces (ausente de los mundiales según era su costumbre) era el divo del ciclismo mundial; por supuesto, Lance Armstrong.

Armstrong, el hombre, acababa de cumplir su sexto viaje a ninguna parte, la sexta de las siete victorias en unos Tours que están marcados en blanco, triunfos que no cuentan, con trampa y sin cartón. Y, posiblemente, en Estados Unidos, la tierra natal de la nueva campeona olímpica de contrarreloj, no resulta muy fácil moverse encima de una bicicleta con un apellido tan marcado como el de Armstrong con quien, por cierto, no le une ningún tipo de parentesco, por si había alguna duda.

COLECCIONISTA DE MEDALLAS

De haber podido ser considerada como la 'Armstrong femenina', si el excorredor tejano no hubiese sido tachado de la historia del ciclismo hasta el punto de que pronunciar su nombre prácticamente es un pecado, sobre todo en Francia y en el Tour, Kristin se ha ido moviendo en un plano casi escondido, hasta el punto de ser prácticamente una desconocida, más allá del círculo ciclista, el que la veía aparecer cada año en las pruebas de los mundiales, allí donde se celebraban, y cada cuatro en la escena olímpica, normalmente con el éxito y la celebridad de ser a un día de cumplir los 43 años (este jueves es su cumpleaños) como la deportista de mayor edad que conseguía una medalla de oro. Era la tercera en su colección particular después de haber sido campeona olímpica de la especialidad en los Juegos de Pekín 2008 (casualmente también Fabian Cancellara se llevó el oro masculino) y Londres 2012 (donde el monarca varón fue Bradley Wiggins).

Armstrong en su presentación anual en los mundiales fue coleccionando medallas, dos de oro, en los años 2006 y 2009 y una de bronce, en el 2007, aparte de ser durante una década, desde el 2005, la verdadera dominadora del campeonato estadounidense de la especialidad. Y con tiempo para haber sido madre, de Lucas, el chiquillo al que fue a buscar, trompazo incluido después de cruzar la meta por culpa del agua que cayó durante el recorrido femenino, tras saber que cumplía el sueño de haberse convertido en campeona olímpica por tercera vez en su vida y de forma consecutiva, lo que supone todo un hito en la historia del olimpismo, una hazaña de la que esta Armstrong, la buena, sin trampa ni cartón, puede presumir para honra del pequeño Lucas.