El Príncipe de las bateas también lo es de las guerras, de las escaramuzas, de las finales en pleno de mes de febrero, de los partidos a vida o muerte. Iago Aspas tiñó de celeste el acto de fe del equipo celeste, en inferioridad numérica durante 70 largos y tensos minutos. Carácter, liderazgo y un gol providencial que le bastó a los gallegos para dejar en la lona a un Leganés al que el affair Braithwaite le pesó como una losa, carente de pólvora e incapaz de meter mano a un rival con diez.

Empezó arriba el Leganés, equilibró por bajo el Celta. Pero una horrible entrada de Bradaric a Bustinza cambió de manera repentina el choque. Munuera Montero le mostró la roja directa, dejando atónito y enrabietado a un Celta que se vio perjudicado por una acción muy similar a la que protagonizó Bale una semana atrás y que sólo fue amarilla.

El efecto de la expulsión de Bradaric parecía devastador. Pero la escuadra de Óscar García supo llevar el duelo a un terreno donde se sintió más cómodo que el Leganés. Los madrileños se quedaron en tierra de nadie ante unos gallegos prolíficos en aspavientos, que trabaron acertadamente un duelo a cara de perro, los 22 con el cuchillo entre los dientes. Una roja reconvertida en amarilla a Óscar terminó por espolear al Celta y Iago Aspas, listo como pocos, rozó lo justo un envío lateral para dar alas a su equipo. Sufriendo y sufriendo, así ganó el Celta que sale del descenso.