Dos momentos determinantes, un penalti parado por Oblak y una contra culminada por Griezmann, lanzaron a un irreductible Atlético a la final de la Champions, con su reacción en el segundo tiempo, con sufrimiento y con una derrota válida (2-1).

Otra gesta del conjunto rojiblanco, que demostró de nuevo mérito y cualidades indiscutibles: compite como nadie; corre más que nadie; no se rinde nunca; es un equipo insistente y potente, muy trabajado, pero también tiene jugadores de un talento individual indudable, como el que demostró Jan Oblak, o sus delanteros Griezmann y Torres en el contragolpe que supuso el 1-1.

Y una fe, un bloque y un entrenador extraordinarios. Ahí están sus títulos y su trayectoria, agrandada aún más con su billete para su segunda final de la Champions en dos años, la tercera de su historia, tras eliminar a Barcelona y Bayern, dos de los equipos más poderosos y con más calidad; ambos doblegados por el Atlético.

Porque el equipo rojiblanco se superó de nuevo a sí mismo, desde una reacción rotunda. Cuando peor intuía el encuentro, igualada la eliminatoria desde el minuto 31 y sostenido instantes después por un penalti parado por Oblak, la reanudación fue otra historia, otro ejercicio concreto y contundente del Atlético.

Solo hubo una grieta en media hora en la retaguardia rojiblanca, solventada por Oblak, agigantado de nuevo ante el Lewandowski, sujetado al control y las ayudas del equipo madrileño, al que una jugada fortuita castigó con el 1-0: una falta lanzada por Xabi Alonso, un toque decisivo en el uruguayo Giménez y el gol.

Un encuentro de tal dimensión y un rival de tanto poder ofensivo no permiten ningún error. Un golpe al que siguió otro impacto; un agarrón en el área de Giménez, de los que hay muchos y se pitan pocos. El turco Cüneyt Çakir lo señaló, Müller lo lanzó, Oblak, sensacional, lo paró y el Atlético sobrevivió.

Hasta el descanso, hasta que lo solucionó el Atlético, movido su banquillo con la entrada de Carrasco, más presente ya en terreno rival, por extensión menos apurado atrás, y revitalizado de la mejor forma, desde el gol, desde una pared entre Griezmann y Torres culminada con un zurdazo del internacional francés.

Fue un jarro de agua fría para el Bayern, que no reaccionó hasta el tramo final, hasta el 2-1 de Lewandowski a pase de Arturo Vidal. Sufrir para ganar. No le quedaba otra al Atlético, que falló un penalti que no había sido en el 83, que resistió de nuevo en su área y que disputará el próximo 28 de mayo su segunda final de la Champions en dos años. H