A la imagen y semejanza de la trayectoria descendente de su vecino capitalino, el Atlético de Madrid dinamitó sus opciones de pelear por La Liga cuatro días después de una eliminación estrepitosa en Champions, de nuevo con una imagen de impotencia que, ahora sí, está removiendo los cimientos más asentados del cholismo.

Después del batacazo en Turín, sin un disparo a puerta en el partido decisivo, Simeone se encomendó a toda la pólvora que tiene en ataque para solventar las dudas y mantener la pelea en Liga. Formó con Costa, Morata y Griezmann, con el francés en una banda, pero el plan parecía invariable: empate a nada en la primera parte y después resolución por la vía directa. Pero la visita a San Mamés fue otra cosa.

El partido fue intenso, con más pelea que buen fútbol, con predominio de la presión frente a la creación, con los dos equipos a expensas de un robo en una zona comprometida para elaborar un ataque peligroso.

El Atlético fue una conjunción de imprecisiones y desacuerdos, de desmarques escasos que iban hacia un lado mientras los pases se encaminaban a otro. Con Morata ausente, Costa lejos de su mejor forma, Saúl desquiciado en el lateral izquierdo y Griezmann desubicado en la banda, desconectado del juego y sin influencia.

El Athletic, abstraído del planteamiento visitante, peleó y empujó con vehemencia creciente hasta que hizo aparecer a Oblak en la primera ocasión del partido, ya en las postrimerías del primer tiempo.

Griezmann comenzó a tener más trascendencia en el juego tras el paso por los vestuarios, con muchas apariciones por el carril central, causa directa de la progresión que experimentó el Atlético, con la línea de presión cada vez más arriba y merodeando el área rival cada vez con más frecuencia bajo la dirección de Koke.

Subió la intensidad y el Athletic quedó confinado a los dominios más cercanos a su área, encomendado a una carrera milagrosa de Iñaki Williams para tener presencia en ataque. Al contrario, Costa y Morata multiplicaron su peligro y sus apariciones, con movilidad constante, pero con más frustraciones con el árbitro que ocasiones de peligro como resultado.

Los minutos pasaron y, antes de que los de Simeone pudieran forzar las primeras intervenciones de mérito de Herrerín, llegó un lío monumental de Giménez en un balón en defensa que terminó en gol del Athletic. El uruguayo controló mal, recortó y recortó hasta que perdió el balón, con el equipo desplegado y todo el espacio para el rival. El disparo de Córdoba, desviado, se convirtió en un centro perfecto para la llegada y el gol de Iñaki Williams.

Entre la estupefacción general, el Atlético se lanzó al ataque sumido en la precipitación y la ansiedad, con la pelea por La Liga más que comprometida y sin tiempo para reaccionar.

Las mejores ocasiones del tramo final estaban siendo también del Athletic, en medio de unos minutos fatídicos para un Atlético que terminaron de certificar la debacle.

Segundos después de pisar el césped, Kodro recibió un pase dentro del área y terminó de enterrar las ilusiones de remontada del Atlético. El segundo gol del Athletic, merecido, le echó la última palada a la temporada de los de Simeone enterraron casi por completo con la derrota ante la Juventus.