Después de superar un duelo decisivo en Champions y tras un emotivo homenaje a Juanfran, Osasuna se encargó de complicar el regreso de La Liga para el Atlético. El de Arrasate es un equipo consistente, en la acepción más amplia de la palabra; que gestiona con maestría la presión y el despliegue, exactamente como exigen sus capacidades. Los de Simeone lucharon y crecieron sin remedio en un partido competido y gustoso, con más aciertos que errores, en el que cada equipo cumplió satisfactoriamente con su plan y tuvo sus ocasiones, pero que ganó con justicia un Atlético laborioso, que sufrió para terminar disfrutando.

Osasuna dominó el inicio de partido y sumó disparos a la portería de Oblak, pero la ocasión más clara del comienzo fue en un contragolpe del Atlético, tras la primera de varias apariciones de João Félix. Fue la tendencia inicial. El equipo de Simeone solo inquietó al contragolpe, con espacios para correr, y bajo la guía del portugués.

El crecimiento atlético

Con la media hora empezaron a hacerse más frecuentes los robos del Atlético en la medular, aparecieron Saúl, Thomas y Lemar, en el desborde y el pase, todo aderezado con la valentía de un Osasuna que no se echó a atrás y no renunció a proponer juego de ataque.

El crecimiento rojiblanco parecía imparable y se concretó en ocasiones antes del descanso que desbarató el portero de Osasuna: un cabezazo de João Félix al palo, tras el toque de Herrera, fruto de un contragolpe que generó el portugués; o un disparo de Thomas repelido con violencia fueron las mejores.

Simeone no utilizó a Saúl para sustituir a Lodi en el lateral izquierdo, eleigió a Manu Sánchez y el canterano cumplió con creces, sin nada en su lista de errores, hasta que se fue al banquillo a más de media hora del final. Sufrió más Trippier y Simeone, ante el dominio inicial rojillo del segundo tiempo, reaccionó con la entrada al campo de Correa, por un Lemar que se fue silbado por la grada entre aplausos de Saúl; y del mexicano Herrera, entre la tensión creciente de Simeone en el banquillo.

Goles postreros

Pese a los cambios, al Atlético le costaba horrores generar una jugada de peligro, cada vez con decisiones más crispadas, y Osasuna seguía sólido y con opciones en ataque de la mano del efervescente Chimmy Ávila.

El gol atlético tuvo que llegar a balón parado, tras el centro de una falta lateral que remató Morata a gol, entre una rabia desbordante, sin posibilidades para el portero de Osasuna con las facilidades de su defensa al delantero rojiblanco.

Osasuna contestó con más ataque, hizo dos cambios y colocó tres atacantes, pero aún tenía que acaecer la rebelión del Saúl lateral izquierdo. Desde una posición alejada de sus preferencias, el ilicitano robó un balón, combinó con Correa y, en su mejor versión de llegador, sentenció a Osasuna con un toque sutil ante la salida de Herrera. Al final, los de Simeone terminaron disfrutando del momento.