La versión más rocosa y difícil de superar le espera al Villarreal CF este próximo domingo en el Wanda Metropolitano. Anoche, el Atlético de Madrid resurgió con ímpetu, se rebeló contra los pronósticos y doblegó 1-0 al Liverpool en el partido de ida de los octavos de final de la Liga de Campeones, un ejercicio de determinación contra el actual campeón de Europa y con un gol de Saúl Ñíguez para agitar la eliminatoria.

Aún queda la visita definitiva a Anfield, el próximo 11 de marzo, pero el Metropolitano relanzó al conjunto rojiblanco con una fuerza imprevista, capaz de repeler casi cada ataque del mejor equipo del momento, un Liverpool que encerró a los colchoneros durante el resto del encuentro, pero que apenas gozó de ocasiones entre los tres palos.

Nadie contaba con el Atlético, pero cuanto más gigantesco parece el desafío, ante la eliminatoria en la que se presuponía con más inferioridad que nunca en la era Simeone, en el momento también más incierto de estos ocho años, surge de nuevo un equipo que no entiende de lógica.

Todo lo objetivo estaba en su contra. El temible e imponente recorrido del Liverpool, el actual campeón de Europa, frente al pesimismo que rodeaba al duelo desde el sorteo, pero el Atlético contrapuso su inconformismo y la memoria de un equipo hace poco peleaba por la Champions.

Desde sus trazos más reconocibles de entonces, desde el manejo que tiene de los espacios defensivos, desde la capacidad a veces conmovedora que tiene para sufrir, y desde la rigurosidad táctica que lo hicieron inabordable para tantos y tantos equipos —el Liverpool no exigió ni una sola parada de Oblak, aunque sí remató fuera— le bastó, sabiendo defender el gol de Saúl. El domingo, el Villarreal volverá a poner a prueba la mejor versión del cholismo.