Un decepcionante empate sin goles con el Qarabag disparó las dudas del Atlético de Madrid en la Champions League, puesto que fue incapaz de doblegar a un rival menor en Europa y con solo dos puntos en las tres primeras jornadas tiene ahora la clasificación para los octavos de final más que comprometida.

Todo dentro de su frustrante partido en Baku, en el que le faltó pegada en ciertos momentos, como el tramo final del primer tiempo, pero en el que, en líneas generales, completó un encuentro horrible, muy por debajo del nivel que tiene el conjunto rojiblanco, incluso contra 10 desde el minuto 74, cuando el árbitro entendió como simulación de Ndlovu un penalti cometido por el uruguayo Diego Godín.

El Atlético funcionó al ralentí. Quizá condicionado por la presión, quizá porque el equipo no está tan bien como recalca su técnico, el argentino Diego Simeone, o quizá porque cada encuentro tiene más dificultades de las aparentes, sus altibajos fueron evidentes, también sus imprecisiones, demasiadas para este bloque, que tan bien ha funcionado en los últimos años.