Le bastó al Barça medio partido para liquidar al Athletic. Medio partido muy bien jugado, a un excelente nivel, que dejó atontado a su rival. Le metió más goles en el alma que en la portería: solo dos (Alcácer y Messi), más tres postes (dos de Coutinho y uno de Paulinho), suficientes para anotar la victoria, la 36ª jornada de imbatibilidad, y alcanzar el último parón de selecciones con unas perspectivas extraordinarias en las tres competiciones (Liga, Champions y Copa del Rey).

Después de toda una Liga resolviendo los partidos en las segundas partes, el Barça ha decidido cerrar cuanto antes sus asuntos. Lo lleva haciendo así en los últimos seis partidos: 12 de los últimos 15 goles llegaron en la fase inicial. Si el Chelsea empezó a caer en el minuto dos, el Athletic tardó un poco más: en el siete. Pero el bombardeo fue mucho más intenso, y tan acomplejante que le invalidó para la reanudación, cuando su propósito de enmienda solo sirvió para restañar la imagen a ojos de su hinchada.

DESCANSO COMPLETO // Quedó la percepción, también, de que el Barça redujo las revoluciones. Distendido y satisfecho con su letal irrupción, pensó que cediendo terreno y ahorrando esfuerzos podría ampliar el triunfo al contrataque. Sin tensión, el equipo se vulgarizó. Con dificultades para salir desde atrás, embotellado por momentos, los 12 disparos del primer tiempo se redujeron a la mitad después. Su descanso no duró los 15 minutos legales. Los de Valverde se tomaron 45 más.

El Athletic había pagado ya su inocencia cuando Ziganda metió los delanteros (Williams y Aduriz) que había sentado de inicio creyendo que podría reingresar en el partido. Hacía rato que lo había perdido. Messi ya había desconectado, Alcácer no rascó otra y Coutinho andaba buscando el gol negado por la madera, consciente de que debe contraer méritos. Y más que deberá contraer si queda investido como el sustituto de Iniesta. El capitán, forzado para jugar en la Champions, salió en el minuto 63 para empezar a despedirse del Camp Nou.

EL RELEVO // Coutinho y Paulinho fueron los interiores del Barça en un signo de los cambios que vienen, mientras Rakitic, inmenso, ejercía mando en el lugar de Busquets. Alcácer ocupó, naturalmente, el puesto de Suárez. Dembélé tiene ganado el suyo propio, y en otro partido de marcajes tibios y metros para correr, pegó otro cupón en la cartilla de crédito. Los culés de mayor edad añoraron los viejos duelos con el Athletic. Aquella incertidumbre por el resultado, aquella emoción por el desenlace incierto, aquella confrontación de estilos y no tanto por la carga de agresividad y dureza que ha quedado extraviada. La comparecencia de este Athletic fue lastimosa e hizo comprensible el desencanto de la hinchada rojiblanca con su equipo.

Los leones cambiaron tras el descanso. A mejor. No podían hacerlo en sentido contrario. Endurecieron el pie y se llevaron la mayoría de los balones divididos. No llegaron a amenazar el resultado, pero se libraron de la tunda.