En la última prueba, Koeman probó. No para de hacer experimentos en la última y única semana con partidos que ha tenido desde que llegó al Barça. Mientras tomaba las medidas al banquillo del Camp Nou -era la primera vez que se sentaba-, el técnico diseñó el equipo más parecido al que debutará el domingo 27 en la Liga ante el Villarreal en el estadio azulgrana. Ganó al Elche (1-0 ), pero eso, en realidad, era lo de menos.

Lo de menos porque el Barça, a falta de fichajes, sigue con la defensa de la pasada temporada, con Neto jugando en vez del lesionado Ter Stegen, el doble medio centro, con Busquets y De Jong, y un ataque nuevo, reformulado a cada día que pasa. Con Griezmann de falso extremo derecho, Coutinho de media punta, Ansu Fati pegado a la banda izquierda y Messi de todo. Nueve y falso nueve. O diez. O seis.

Lo de menos porque lo verdaderamente trascendente es que Koeman enseñó claramente sus cartas. Tanto en el once inicial como en los cambios. Se tomó el Gamper como si fuera un partido oficial. Solo realizó cuatro cambios. Enseñó en quien confía. Y en quien no.

MENSAJES A RIQUI PUIG Y SUAREZ

En un silencioso Camp Nou, lleno, eso sí, de más vida de lo que pudiera pensarse (20.687 firmas han impulsado un transversal y asombroso voto de censura para intentar derrocar a Bartomeu), el equipo intenta renacer. Con Bartomeu más acorralado que nunca, no dimite de momento, y un entrenador, Koeman, a quien no le tiembla el pulso para nada. Ni para decirle a Riqui Puig que puede quedarse.

Pero debe saber (y ya lo sabe desde el Gamper, que vio con tristeza infinita desde una desértica grada) que será el último de la fila. Igual está Luis Suárez. Tres partidos, tres descartes. Cero minutos en esta pretemporada y un examen de nivel B1 italiano aprobado. Si se queda, será uno más. El 5 de octubre llegará la respuesta definitiva.

EL GÁMPER MÁS EXTRAÑO

Se oía todo en el estadio. Se estremecía a cada pisada que recibía de los jugadores. Chirriaba de lo viejo que estaba cuando las pocas personas que acudieron al Gamper más extraño jamás vivido ocupaban sus lugares en un templo dramáticamente desnudo por la pandemia. Ni discurso hubo de Koeman. Ni discurso del capitán Leo Messi. Ni referencia alguna a "esa copa tan linda y deseada" que un día gritó sin saber que maldito día en que admitió tamaña obsesión.

El equipo, perfilado para el estreno liguero, llevó a los centrales a campo del Elche, mientras el ataque tenía un perfil radicalmente nuevo. Con Griezmann instalando su campo base en el costado derecho, la vieja casa de Leo. Con Coutinho caracoleando por el jardín de Messi mientras la presión koemaniana emitiendo síntomas de lo que quiere ser.

Delanteros líquidos. Delanteros que fluyen alrededor de la figura del 10 protegidos por la red de dos centrocampistas, cada vez hay menos en el Barça, y una defensa que se siente obligada a presionar lo más lejos posible de Neto. Delanteros que no están, pero que amenazan y llegan.

No tiene Koeman nada de lo que pidió. Ni tampoco le han sacado del vestuario lo que quería. Por eso, el nuevo Barça era, en realidad, el viejo Barça. Diez jugadores de la pasada temporada en el once inicial, candidato a medirse al Villarreal si no hay cambios de última horas. Puestos, eso sí, de otra manera. Diez y Coutinho, la única novedad en medio del caos que originó tras el 2-8 del Bayern.

SIETE DE LISBOA

O sea, siete jugadores que estuvieron con Setién en la catástrofe de Lisboa (Sergi Roberto, Piqué, Lenglet, Alba, Busquets, De Jong y Messi) repitieron con Koeman en el Gamper. Como si no nada hubiera ocurrido. ¿La revolución? No está, ni se le espera.

De momento, el viejo Barça con un dibujo táctico (el 4-2-3-1) para agitar un equipo que intenta sacarse la inacabable pena que ha ido acumulando en su rostro en los tres últimos años. Y como ya hizo ante el Girona, el técnico repitió el mismo bloque durante una hora de partido para acumular automatismos a un Barcelona que se está conociendo.

Se conocen entre ellos. Se conocen luego en el campo. Y poco a poco se ven cosas que parecen increíbles. Coutinho corriendo hacia atrás. No era el único. Había más, conscientes de que deben correr mucho para lavar todo lo que ha sucedido en los últimos meses. Perdón, años.

SIN PEGADA

Falló el Barça en el remate, incapaz de plasmar su dominio. Ineficaz en el último disparo después de recuperar muchos balones gracias a su presión. Mientras Riqui Puig estaba en la grada, sin dejar de mirar el móvil, y Suárez tomando mate, Koeman no engañó. Ni con el equipo. Ni con los tres primeros cambios cuando sacó a Pjanic (por Busquets), Trincao (Griezmann) y Dembélé (Ansu Fati).

Curiosamente, el Barça de los cuatro delanteros estaba espeso en la definición. Atrás no sufrió nada porque el Elche recién llegado a Primera tras derrotar cruelmente al Girona en Montilivi, está con lo puesto. Ni tiene casi jugadores, aún así obligó a Neto a realizar una gran parada en los minutos finales.

Con los tres cambios, y mientras Coutinho se lo pasaba bomba, Trincao rasgaba la defensa ilicitana dejando una soberbia parada de Edgar Badía, con Dembélé asomándose con peligro. Pero sin puntería. Usó Koeman a sus cuatro extremos y todos con la mirada puesta en la portería.

Aunque esa falta de acierto anuló tanto control. Y tanta presión. Con minutos, además, para Pedri, que ha pasado por delante de Riqui Puig. Y en la lista de Koeman quedó aún mucho más claro.