Si en la pretemporada el Barça resolvió pronto el amistoso que le enfrentó al Celtic en Dublín, 1-3 en apenas 45 minutos, más rápido anduvo esta vez quemado por el disgusto del sábado ante el Alavés en la Liga y espoleado con el aliciente del debut en la Champions. A los dos minutos había marcado Messi y a los 26 minutos había anudado un doblete, lo que presagiaba un festival. El Celtic se llevó una tunda de aúpa hasta el punto de recibir la mayor goleada en la Champions del Barça. Solo tres jugadores azulgrana repetían del premonitorio ensayo de julio: Sergi Roberto, Messi y Suárez, señal inequívoca de que aquello fue una pachanga. También repitieron tres del Celtic, que entonces jugó con suplentes para poder colarse en la liguilla de la Champions. Y se repitió la pachanga, con etiqueta oficial.

MÁS FAMA QUE MAÑA // La buena mano de Rogers, publicitada también por Luis Enrique, no se vio por ningún lado. Tampoco era el día más indicado ante un Barça pletórico que salió con el resquemor del sábado. La verticalidad de Sinclair o la rapidez de Dembélé no son virtudes destacables del entrenador. El dispositivo que dibujó en la pizarra sí fue responsabilidad suya: alineó a cinco defensas y a los dos minutos ya había encajado un gol. Más fama que maña demostró Rogers, que aguantó el simbólico chaparrón de pie mientras su cara se iba enrojeciendo entre la ira y la vergüenza. El resultado más humillante de la historia le dejó muy señalado.

Un Messi a medio gas dirigió el cómodo triunfo veraniego y ahora, cuando ha cogido carrerilla, decidió sentenciarlo desde el principio. Resolvió el asunto y luego se puso a jugar con los demás, repartiendo bolas como un centrocampista sin perder de vista la posibilidad de inscribir su primer triplete o el póquer. Ningún señuelo mejor para él que verse en la clasificación histórica de goleadores de la Champions a 10 goles de Cristiano. Neymar, siempre a su vera, le ganó en asistencias: dio cuatro. El placer de ver a Messi es habitual. En cambio, ver al portugués André Gomes es novedoso. Ocupó el puesto de Iniesta y pareció un estupendo jugador, elegante y fino a la vez que eficaz y rápido. Ocupó el de Rakitic y mantuvo la alta capacidad de trabajo del croata. Ocupó el de Busquets y el Barça siguió ordenado golpeando con saña.

Esa fue la mano de Luis Enrique, que prefirió caminar sobre seguro, sin ensayos y sin rotaciones. Entre todos condenaron al olvido el penalti parado por Ter Stegen en la única vez que el Celtic se adentró en el área local. H