El VAR evitaría la semanita que se avecina. Dos días después de que se presentara en Barcelona el sistema de asistencia de vídeo al arbitraje, se observó la imperiosa necesidad de que los árbitros reciban una ayuda para paliar sus lagunas y reparen los errores antes de que vayan a ser lapidados por jugadas que todo el mundo ve (sobre todo por televisión) y ellos no. Le habría ido de maravilla a Hernández Hernández para eludir el protagonismo que tendrá, seguramente por encima de Messi, Cristiano, Bale y Suárez, quienes dejaron el sello con cuatro excelentes goles, pero justito de tinta para la que se derramará por el árbitro, que tuvo la virtud de no dejar conforme a nadie al perder el control aunque repartió muchas tarjetas, como suele corresponder al clásico.

ESTOPA Y ABRAZOS // El toma y daca del marcador se trasladó también a las piernas de todos. Hubo leña y eso negó que fuera a ser un duelo descafeinado pese a que ya está todo el pescado vendido de la Liga. Lo poco que había en juego fue defendido, o buscado, con el ardor que provoca el principal adversario. Las risitas y los abrazos que se dieron después de la estopa repartida haría bien en restar visceralidad a los inminentes análisis que se prodigarán.

El Barça añadió la etapa 42 a la carrera de invencible en la que se mantiene firme y el Madrid salió del Camp Nou sin perder otra vez (Zidane no conoce la derrota como técnico allí), pero sin aguar la fiestecilla que se montó la plantilla con las gradas medio vacías. La disfrutaron con un paseo relajado culminado con un pasillo montado por Piqué y el cuerpo técnico tras las angustias vividas en los 90 minutos, jugando la mitad del tiempo con uno menos tras la roja a Sergi Roberto.

Cuando peor pintaban las cosas mejoró el Barça. En otra faceta desconocida, el equipo se agarró al espíritu de sufrimiento.

Lo que requería jugar con diez la segunda parte ante el Madrid y con el equipo tocado, pero expresando cierta comodidad sobre el césped. Había replicado pronto con un gran gol al tanto azulgrana y tenía la pelota más rato porque el Barça andaba escaso de juego, entre otras razones porque Coutinho no estuvo fino. Este Barça, cuando se mentaliza, también sabe sufrir sin ella. No lo hizo entonces, pero sí lo hizo tras el descanso terapéutico en el que Valverde metió a Semedo de lateral y ordenó al grupo que defendiera a la espera de que surgiera una oportunidad.

A la pura lógica de jugar en inferioridad se añadió otra circunstancia: el Madrid sabe jugar más a la contra que llevando la iniciativa. A la que se ponen a correr los caballos, nadie los para. Pero si se les niegan los metros, le surgen los problemas para resolver los ataques estáticos. Marcaron llegando al remate, pero nunca madurando las jugadas, aunque el punto lo dan por bueno.