Sin perder el sentido común, el que impone jugar con la cabeza fría cuando conviene y ser paciente aunque te cueste más de la cuenta encontrar lo que buscas, al Barcelona le bastaron ocho minutos de rauxa para que el Camp Nou se quedara tranquilo. Tres goles de una tacada para compensar lo que dejó pasar antes (5-0) en la visita del Las Palmas que el conjunto azulgrana manejó con inteligencia y buenas maneras, justo lo que lo que falta al club, capaz de apelar al sentido común y actuar sin pies ni cabeza. A Messi, ajeno a las palabras, no le falta ni le sobra nada. Siempre está en su sitio. Con más sentido de todo que nadie.

Nada como la pelota para apagar el ruido que hacen los de fuera, los de arriba, a los que no les queda más remedio que callar cuando el Barça se pone a jugar y pase por encima de las explicaciones del presidente. Sin levantar la voz, en una actuación más coral de lo habitual, más juntos que otras veces, los jugadores hicieron el papel que les corresponde y pusieron las cosas en su sitio después de que el club se metiera varios goles en propia puerta.

El equipo no. El equipo miró al frente y los metió todos donde toca en un uno de sus partidos más redondos, un duelo noble de principio a fin, sin un mal gesto ni una patada, fiel al ideario de un adversario que entiende el fútbol como el juego que es y que no sabe vivir de otra manera que no sea con el balón. Lo tuvo mucho menos que casi siempre y, a la que se descuidó, el Barça le mató. Luis Suárez marcó pronto (m. 14) y, en el inicio de la segunda mitad, el primer cuarto de hora ya desencadenó el 4-0 que Aleix Vidal redondeó al final.