Se despide el Barcelona de la fase inicial de la Champions relamiéndose aún las heridas del clásico. Con todo decidido (es primero de grupo y jugará la vuelta de los octavos de final en el Camp Nou), Luis Enrique mira más a Pamplona. «A mí, ganar al Borussia me importa tres narices porque ya somos primeros, tengo otros objetivos prioritarios», afirmó con vehemencia. No le falta razón, por mucho que se pueda discutir tal enérgico y, poco protocolario, discurso. Frente al Mönchengladbach (20.45 horas, A3) jugarán Messi («sí, saldrá de inicio», confesó Luis Enrique) y 10 más. Europa es ahora, por lo tanto, un asunto secundario.

Le sirve al técnico para dosificar (dará descanso a Piqué, además de los sancionados Neymar, que arrastra molestias, y Rakitic), abrir la puerta para los secundarios que están defraudando (no fueron capaces ni de ganar al Hércules en la Copa del Rey) y tener 90 minutos irrelevantes ante un adversario desahuciado.

Solo anda en juego un millón y medio de euros por la victoria. Será una noche de relax, aunque Messi, con nueve goles en cuatro partidos de Champions (se perdió por lesión la ida en Alemania), no descansa nunca, intentando quitarle el récord de Ronaldo, que sumó 11 en una liguilla.

«Ganar es la medicina de todos los males», proclamó el asturiano, quien, al ser preguntado, en que consistían no aportó luz: «¿Males? No, no veo males, solo veo situaciones que se pueden mejorar futbolísticamente».

UN CAMBIO // Por mucho que al técnico no le importe esta última cita europea antes de que los octavos empiecen a marcar las verdaderas fronteras, el Barça sí que necesita frenar esa racha de malos resultados. «Estamos en los procesos lógicos y normales de una temporada. No conviene exagerar cuando encadenas tres o cuatro resultados excelentes ni cuando estás tres o cuatro partidos sin ganar», manifestó.