Jean-Paul Sarte, que era un individuo con buen ojo para detectar los problemas, decía que «en el fútbol todo se complica por la presencia del rival». El Barça, por el contrario, no necesita rivales para complicarse las cosas porque tiene suficiente con sus propios fantasmas. Como el que arrastra en Europa, donde lleva tres años casi redondos sin ganar a domicilio en las eliminatorias de la Champions. En Lyón, ante el Olympique, volvió a estrellarse contra el maleficio y se llevó de botín un triste empate a cero, condenado por una falta de puntería —Messi incluido— que empieza a ser algo más que alarmante (un gol, y de penalti, en los tres últimos encuentros).

La novedad de la alineación fue la presencia de Sergi Roberto en la posición de interior, una plaza que no ocupaba desde aquel soporífero empate en el Wanda Metropolitano ante el Atlético. El resto del once sí fue el previsto, con Dembélé sentando una vez más a Coutinho en el banquillo.

El Barça empezó intenso. Pero los muchachos del Olympique, les gones, plantearon un partido de tú a tú, sin complejos ni cautelas defensivas, y a los ocho minutos ya habían puesto a prueba los guantes de Ter Stegen con dos magníficos disparos.

Los azulgranas también tuvieron un lucido ramillete de ocasiones, fruto del generoso esfuerzo en la recuperación, pero la falta de puntería del tridente de ataque (con un Dembélé efervescente, un Messi muy vigilado y un Suárez en su onda siniestra de los últimos partidos) dejó incólume la portería de Lopes.

Siguió tras el descanso el toma y daca, una modalidad de partido sin duda vistosa para el espectador pero dañina para los intereses del Barça. Ello hizo que aumentaran imprecisiones y pérdidas. Y que Suárez persistiera con su masterclass sobre las diversas maneras de fallar un gol.

El cambio de Coutinho por Dembélé, en el 66, le hizo bien al equipo de Valverde, que fue encerrando en su área a los lyoneses, incapaces ya de tirar las contras ante el creciente dominio azulgrana. Lo probaron Messi, Suárez, Coutinho, Alba y hasta Busquets, pero no hubo manera.

Queda la vuelta en el Camp Nou. Dice la estadística que siempre que los azulgranas han empatado a nada el partido de ida han acabado llevándose la eliminatoria. Para eso habrá que volver a encontrar el gol, aunque con Messi en el equipo, el gol no puede haber ido demasiado lejos.