Del «susto gordo» ante el Ibiza de Segunda B al disgusto de sucumbir ante un igual y perder en Valencia por primera vez desde el 2007. El liderato que dejó encima de la mesa Ernesto Valverde puede volar a manos de Zinedine Zidane si el Real Madrid gana hoy en Valladolid.

Los futbolistas azulgranas andan colapsados, más pendientes de aplicar lo que escuchan de su entrenador, tal que fuera la receta milagrosa para salir del letargo y volver a los bellos tiempos en los que el fútbol fluía. ¿Cuándo fue realmente eso?

En el santuario de ídolos declarados por Setién estaban Leo Messi y Sergio Busquets. Puede añadir a Ter Stegen. Será su particular tridente mientas no le fichen un delantero. A aquellos los disfrutó desde la distancia; al portero puede venerarlo desde la proximidad. Por haber evitado un sonrojo aún más gordo.

Pasársela porqué sí // Se suponía que el regreso de De Jong y Arthur iba a perfeccionar el juego después del estreno con Rakitic y Vidal en el primer encuentro, y que su técnica lubrificaría el engranaje de pases por el que se embellece la posesión, ese imperativo legal de su entrenador. Era el centro del campo que barruntaba Valverde y al que le falló el pubis de Arthur.

Sin embargo, con los mismos futbolistas se puede jugar de forma muy distinta. Según lo pida el entrenador. Parece que la finalidad de Setién es la posesión en sí misma, y que la ocasión de gol llegará por añadidura. El Barça jugó a pasársela como si quiera enseñar en Mestalla que será bonito de ver. Enseñó que es inofensivo. Sin mirar a la portería es casi imposible marcar goles a no ser que una circunstancia facilite la oportunidad. Al Valencia, muy lejos de Ter Stegen, se le presentaron por los errores defensivos azulgranas; al Barça, sin pisar el área, le llegaron por las faltas que ejecutó Messi.

El Barça no miro la portería hasta que no miró el marcador y vio que perdía. La absoluta falta de intencionalidad se evidenció tras el descanso: Ansu Fati conectó el primer remate en jugada, y Messi lo intentó tres veces en los siguientes diez minutos.

Los cuatro en línea // Frente a los cuatro medios blancos se alinearon los cuatro verdes del Barça. Todos en línea. En el mismo plano, al mismo nivel. Es imposible avanzar y tener profundidad sin movimientos verticales, desmarques de ruptura. Los tres delanteros, además, estaban por delante de la zaga valencianista, que nunca vio amenazada la espalda. El peligro estaba delante, donde había una sucesión de pases propio de una escuela de fútbol.

Hasta que no salió Vidal no se vio otro Barça, forzado, también, por el resultado. El chileno tira de instinto y consiguió crear desequilibrios con sus impredecibles movimientos por los que Messi tuvo espacios.