Por la gracia de Messi ganó el Barça en el Villamarín. Por la magia del astro. Por sus pases, que permitieron al Barça levantar el marcador ante un Betis que claudicó, única y exclusivamente, porque Messi jugaba en el otro equipo. Y así, en el enésimo capítulo de los últimos años, avanzó el Barça en la arena, arrastrándose, persiguiendo ahora al Real Madrid en la clasificación.

No marcó Leo en una extraña mala racha de acierto que ayer alimentó Joel, y el Barça sobrevivió por el guante del capitán, que puso tres balones de oro que remataron De Jong en una bonita llegada desde atrás y Busquets y Lenglet en dos faltas indirectas. Tres goles marcó el Barça, pero el problema existe. Igual que la solución, Messi. Al Barça le falta gol porque le faltan delanteros. Messi puede con casi todo, pero el filón da visos de agotarse.

En el Villamarín pitaron a Sánchez Martínez, que no estuvo acertado. Reclamaron la expulsión de Lenglet en el penalti (además de falta del francés en el segundo y tercer tanto culé), la segunda amarilla para Sergi Roberto y un penalti de libro sobre Messi en el tiempo añadido.