Apareció Messi solo en el campo de entrenamiento. No comparecía ayer, como es habitual, junto a Luis Suárez, su amigo del alma, que anda recuperándose de una grave lesión en la rodilla, ni tampoco por Gerard Piqué, otro de sus tradicionales acompañantes. Quizá sea una metáfora de la combustión que sacude al Barça desde que Eric Abidal, el secretario técnico, acusara a los jugadores de trabajar y correr poco, provocando una inmediata reacción del astro, vía Instagram Stories, la modernidad llevada al máximo en el mensaje, para pedirle que «diera nombres» y así «no ensuciar al resto». El presidente Josep Maria Bartomeu, que estaba ayer en Bruselas, adelantó su vuelta para pacificar el clima de crispación en el club.

Desde que estalló el cisma, Bartomeu intervino directamente, consciente de que el asunto se le había escapado de las manos a Abidal, el ejecutivo. Se puso el traje de bombero porque las llamas amenazaban con incendiar todo el club. De momento, el secretario técnico sigue en su cargo, aunque no garantiza que continúe la próxima temporada, pendiente como está el presidente del desarrollo de la temporada.

EL FUTURO DE LEO / Sigue, pero su figura se ha debilitado mucho. Y no solo por el choque con Messi sino por su errática actuación en el relevo de Valverde por Setién unido al desastroso mercado de invierno que ha dejado la plantilla mermada de recursos. Ahora mismo, con solo 15 fichas del primer equipo y sin un delantero para suplir a Suárez y Dembélé.

Todos esos argumentos los maneja Bartomeu desde hace días, aunque el impacto de las declaraciones de Abidal acusando a los jugadores multiplicado luego por la posterior respuesta de Messi provocó el cisma. Por eso, el presidente estuvo colgado del móvil, tendiendo puentes de diálogo con el astro, el único dueño de su futuro porque si desea puede irse a final de esta temporada como recoge una cláusula de su contrato. Bartomeu, tras varias llamadas, logró apaciguar la furia de la estrella antes de reunirse durante dos horas con Abidal, pero lejos de las oficinas del Barça. También estaba presente en la cita Óscar Grau, el CEO del club.

Aunque antes de esa reunión vespertina de la cúpula del Barça (estaban los tres hombres que más mandan) se habían tejido los puentes de la reconstrucción para sellar, al menos momentáneamente, la crisis. Y sin dejar más heridos en la cuneta después del estallido que supuso la furibunda respuesta de Messi a Abidal, superior incluso a la que dedicó en el 2013 al entonces vicepresidente económico Javier Faus.

A nadie le interesaba ayer que hubiera víctimas. Ni a la estrella argentina. Ni a Bartomeu, consciente de que quedaría muy debilitada su autoridad. Y tampoco a Abidal, cuyo poder descenderá notablemente después de que su discurso hubiera dañado las arterias vitales del vestuario, al punto de que el capitán se vio obligado a salido a defenderse. Y, de paso, a defender al grupo.