Kilómetros de autovía y/o carreteras nacionales, un bocata y un café rápido en una área de servicio -eso sí, elegiendo un buen restaurante en el destino-, un poco de turismo para unos, contribuir a la economía local a base de cervezas o refrescos a la espera de que arranque el encuentro en ese campo que no admite nunca ninguna comparación con Castalia, más grande, más imponente... Más todo y más nuestro. Ya son cinco promociones en siete años (la cuarta consecutiva), pero nunca se está del todo preparado. Incluso si te ahorras el desplazamiento y lo sufres a través del ordenador. Te dices, bueno, tranquilo, es solo la primera eliminatoria -es más, el partido de ida- y aún quedarían otras dos, así que me lo tomo con calma, tiempo habrá para la taquicardia. Avanza el partido, llega el descanso y luego los primeros minutos de la segunda parte; no se mueve el marcador, así que las pulsaciones continúan a un ritmo medianamente controlado. Parece que está más cerca el 0-1... pero sucede todo lo contrario. Maldiciones, empiezas a pensar por qué ha jugado este y no aquel, miras al banquillo y siempre parece que te falte algo... Ya piensas en la vuelta, en la tensión de tener que remontar, en que debes hacer tres por si el rival te marca uno... Ya no queda nada, perderemos, habrá que apelar a la heroica en Castalia... ¡y empata Iván Sales! El estómago se ensancha, recuperas la sonrisa...

Señoras y señores, bienvenidos a los play-off a Segunda B.