Se esperaba a Neymar, pero apareció Coutinho. Se esperaba a Brasil, pero apareció Suiza para darle un auténtico disgusto.

No solo Alemania se estrelló contra México sino que la selección de Tite ofreció una imagen gris y decepcionante, con un arranque desconcertante. Apareció a lo grande el azulgrana con un gol descomunal en el único momento en que Brasil se sintió Brasil. Pero luego ese equilibrio, que lleva el sello de Tite, un técnico pragmático, se rompió a la salida de un saque de esquina. No había tenido opciones Suiza hasta que un córner silenció a la seleçao. Pidió falta (y existió) de Zuber a Miranda. Pero el colegiado no la señaló. Pidió todo Brasil que saliera Alisson para rescatar un balón peligroso, pero el portero del Roma se quedó colgado del larguero de la portería.

No estaba Neymar. Ni al cien por cien. Ni al noventa. Ni siquiera al ochenta. Todo lo que prometía la selección de Tite con un buen inicio, especialmente, en los primeros 20 minutos, se desplomó. Luego, Suiza, que no había tenido opciones de atacar en la primera parte, halló su tesoro en ese córner que coloca a la seleçao en el diván de las sospechas. Antes, Coutinho acaparó todos los focos firmando un gol digno de entrar en cualquier museo. Disparo potentísimo con la pierna derecha. Pero la potencia no era lo mejor de ese gol. Lo mejor fue la parábola que dibujó el cuero, guiado con un mando a distancia, dando la impresión de que se iba al centro de Rostov. Tras el gol, volvió a ser el Brasil de Tite, un equipo aburrido.

Por mucho que el arreón final de los últimos minutos con tres ocasiones (un tiro de Renato Augusto salvado en la línea de gol por Schär) camuflara las disfunciones en el juego brasileño, la Brasil de Tite acabó decepcionando y empatando con Suiza.