Los jugadores de fútbol siempre se marchan de rositas cuando a un equipo le van mal las cosas. El entrenador, y el palco, suelen ser los focos habituales de las iras. Sergio Escobar, Guti y ahora ya empezaba el rumrum con Óscar Cano, después de que Juan Guerrero, en cuya tarjeta de visita pone secretario técnico aunque pinta casi menos que el utillero en la política de fichajes, se hubiera llevado varios conciertos de viento y algún que otro improperio.

Tres entrenadores después, y con una restructuración de la plantilla en enero que trajo consigo hasta ocho nuevos fichajes, los futbolistas habían sido intocables, pese a que el CD Castellón continuaba en puestos de descenso, con el presupuesto más alto del grupo, sin contar a los filiales.

Garrido bajó al vestuario

Hasta que José Miguel Garrido, accionista mayoritario del CD Castellón, cogió un calentón de época y bajó al vestuario y les dijo de todo, menos guapos, a sus jugadores. Sucedió después del empate ante el Teruel en Castalia, que supuso una nueva decepción. La bronca fue monumental. Garrido es un hombre volcánico, con un fuerte carácter y que no se muerde la lengua. Un discurso fuerte, palabras altisonantes y la exposición al plantel de que estaban jugando con su patrimonio. No se oía ni una mosca, solo los gritos del propietario que hizo temblar las paredes del vestuario. Y tenía toda la razón del mundo, aunque puedan gustarte mas o menos las formas, pero en el fondo estaba poniendo el dedo en la llaga.

Mala planificación deportiva

A José Miguel Garrido se le pueden criticar varias cuestiones de la política de fichajes. Sí, Juan Guerrero es el muñeco de pimpampum que cobra para ser el escudo, pero ningún refuerzo ha llegado sin el consentimiento del propietario, quien conoce muy bien el fútbol de Segunda B. Su gran fallo fue deshacer el bloque del ascenso, renovar a Escobar cuando no creía en él y echarlo en la cuarta jornada. Continuó por una cuestión m estética cara a la grada y a sus socios de Castellón, puesto que Montesinos y su grupo son los que están día a día en la ciudad.

Todo tan cierto como que Garrido ha puesto mucho dinero de su bolsillo. Y se ha hecho con el control del club, porque nadie dio un paso al frente para colaborar en que el CD Castellón se quedase en la tierra. El presidente, Vicente Montesinos, no vio el apoyo suficiente de las autoridades municipales para arriesgar en solitario. Conocida es su mala relación con la alcadesa de la capital, Amparo Marco, aunque los otros socios del Pacte del Grau intentaron, a través de Enric Porcar, acercar al club al Ayuntamiento.

Dos destituciones

Cuando se destituyen a dos entrenadores, llega un tercero y la situación mantiene, pese a algunos brotes verdes, defectos similares y una falta de actitud terrible de los jugadores, los focos deben apuntar hacia el césped. En enero se ha hecho un esfuerzo económico importante y considero que el Castellón no tiene tan mala plantilla para estar sufriendo por salir de la cola como lo está haciendo.

A los futbolistas hay que exigirles como corresponde a sus nóminas. Pertenecen a un club histórico, que posee un ambiente y una afición de Primera División que mete más de 10.000 personas de media en su estadio, en una categoría, que no olvidemos es la tercera del fútbol español...y en descenso.

El peligro del descenso

Garrido tiene razón. Están jugando con su patrimonio, pero también con la ilusión de los 14.000 abonados y toda una ciudad entregada al CD Castellón. El descenso a Tercera sería un desastre para un club que quiere y debe estar en el fútbol profesional en su Centenario.

En esa línea va encaminado el plan y la pelea de Vicente Montesinos en vender el proyecto de futuro del CD Castellón a todas las fuerzas políticas. Hay que echar la vista atrás. El crecimiento, y el futuro, serán inviables si se produjese el descenso a Tercera. Por ello, son los jugadores quienes deben remar y sacar el club adelante.

Ellos están jugando con el patrimonio de Garrido, con el futuro del Castellón y con la ilusión de miles de aficionados albinegros. La imagen de ayer, ante el filial del Levante, otra vez más no fue buena. Se estuvo más cerca de perder que de ganar y se volvió a empatar. El Castellón tiene el récord de España con 17 empates. El domingo, el Mestalla. Otra final. Ni con la bronca de Garrido es suficiente. Cada vez queda menos.

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