Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, solo recibió una cuestión deportiva por parte de todos los periodistas que telemáticamente le preguntaban por temas relativos a la gestión gubernamental de la crisis por el coronavirus durante su intervención semanal. Un periodista cántabro interpeló al dirigente socialista y le dijo si la Vuelta a Burgos, como carrera ciclista de gran prestigio internacional, se iba a poder disputar. De paso quiso saber si Sánchez montaba en bici, a lo que el presidente del Gobierno respondió que durante la pandemia no había tenido ni tiempo para practicar deporte.

Casi por arte de magia la Vuelta a Burgos se situó en el mapa de España, y no solo en el deportivo. Muchos fueron los que quisieron saber cosas de esta carrera que, antes del coronavirus, se disputaba a mitad de agosto y servía como última prueba preparatoria de la Vuelta. En Burgos, y en la historia, habían ocurrido muchas hazañas deportivamente hablando antes de que se colase por la sala de prensa del Palacio de la Moncloa. Por ejemplo, la ganó Pedro Delgado en 1991 y fue el lugar en el que, a regañadientes y en 1996, Miguel Induráin comunicó que iba a disputar la Vuelta que acabó como el Rosario de la Aurora. Cuenta la prueba castellana con triunfos de Alberto Contador, Alejandro Valverde y Purito Rodríguez, sin olvidar tampoco a Mikel Landa.

CINCO ETAPAS

Y Burgos, que ciclísticamente existe tanto o más que Teruel, será el marco en el que el 28 de julio volverán a rodar las bicis profesionales por carreteras españolas, en la primera ronda por etapas que se disputará después de que se cancelase todo el calendario tras la disputa de la París-Niza, en marzo. Durante cinco días, hasta el 1 de agosto, los equipos profesionales se citarán en la ruta burgalesa para decidir el ganador de la carrera en la típica ascensión a las Lagunas. Y hasta habrá una etapa que circulará durante unos kilómetros por carreteras cántabras; de ahí la preocupación que tenía el periodista santanderino, y por eso preguntó al presidente del Gobierno.

La Vuelta a Burgos será deportivamente hablando la única carrera en la que coincidirá el tridente del Movistar, puesto que Valverde, Marc Soler y Enric Mas, juntos al menos, ya no se volverán a ver con el uniforme telefónico en la temporada exprés y al esprint que se disputará hasta noviembre. Valverde y Mas correrán Tour y Vuelta, mientras que Soler intentará el asalto al Giro.

LA NUEVA NORMALIDAD

Pero, a la vez, la carrera será algo así como el primer laboratorio de prueba de la nueva normalidad ciclista que debe estar listo hasta el mínimo detalle durante el Tour (del 29 de agosto al 20 de septiembre). No habrá ni control de firmas en la salida, ni demasiadas muestras de cariño en el podio. El público, que sí podrá seguir el ciclismo en directo, deberá, sin embargo, mantener las distancias con los ciclistas y habrá algunas restricciones en salidas, llegadas y accesos a puertos de montaña.

Una norma que ya se establecerá en la Vuelta a Burgos será la eliminación de los tradicionales controles de avituallamiento; allí donde los corredores, más a menos a mitad de etapa, reciben la bolsa que le entregan los masajistas con bollos, fruta, barras energéticas y hasta alguna coca-cola. El avituallamiento queda eliminado a partir de ahora del guion ciclista. Como si fuese el ciclismo de antaño los corredores deberán partir con los bolsillos llenos pues solo podrán recibir agua fresca y algunas barritas y geles por parte de los coches auxiliares.

Asimismo se tratará de que los equipos hagan vida lo más aislada posible del resto de escuadras rivales por lo que se tratará de no juntar a más de dos conjuntos ciclistas por hotel. Más trabajo para las organizaciones, ya a partir de Burgos puesto que el mismo día en el que finaliza la carrera castellana se disputa en Italia la Strade Bianche, la primera prueba del gran circuito World Tour; la hora de la verdad ciclísticamente hablando.