Una jornada de Liga más sin ganar. Y ya van cinco. Una racha que en cualquier otro club del fútbol español hubiera precipitado ya un cambio en el banquillo. Pero no en el Villarreal. El empate sobre la bocina ante un recién ascendido no ha cambiado ni un ápice la idea de la entidad que preside Fernando Roig. La firme apuesta por el entrenador madrileño sigue vigente a pesar de los marcadores negativos.

Tras el encuentro de ayer, la sala de prensa vivió una especie de debate con la sombra de una posible destitución en el ambiente. Calleja encajó con filosofía las preguntas sobre un futuro que el propio técnico ya sabía que tenía a su favor antes de comparecer ante los medios. Tras el pitido final, el propio presidente del Villarreal fue el encargado de transmitir su voto de confianza a Calleja en el mismo vestuario, todavía algo tocado por no haber podido encontrar la victoria en un estadio que parecía propicio.

«¿Si mi puesto corre peligro? Esa pregunta creo que debería responderla el presidente y los encargados de tomar ese tipo de decisiones en el club», regateó el madrileño, que, eso sí, volvió a dejar patente que su ilusión por resucitar al Submarino sigue intacta. «Yo me encuentro con muchas fuerzas. Voy a luchar hasta el final», ratificaba Calleja.

La frase de Roig

En la cúpula de la entidad amarilla hay una lógica preocupación por la falta de resultados. Por supuesto, asegurar cuanto antes un ejercicio más en Primera División es el objetivo número uno. Siempre lo ha sido para Roig, a pesar de que los últimos éxitos y clasificaciones europeas habían dejado prácticamente como un tópico la repetitiva proclama del máximo accionista amarillo: «Nuestro título siempre es jugar otra temporada en Primera». Y Calleja sigue siendo el hombre elegido para que el Submarino pueda celebrar esos 45 puntos que, virtualmente, dan la permanencia. Todo lo que llegue de más en las 26 jornadas que restan será un premio añadido.

El club tiene fe en el manejo del grupo por parte de Calleja, pero también está convencido de que el actual técnico es el idóneo para seguir llevando adelante la política de autogestión que el club se marcó tras el último ascenso. La demostrada fe de Calleja en la base es otro punto a favor que valora el Villarreal a la hora de mantener contra viento y marea al entrenador en su cargo. El ejemplo de Chukwueze ha sido el último. Detrás ya llegaron los Raba, Morlanes o Miguelón. En el futuro se avistan más ascensos al primer equipo, como el de Quintillà, que ya tuvo su primera toma de contacto en la Copa.

Así que, de momento y «aunque haya gente a la que le incomode» —dijo hace pocos días el preparador groguet—, Calleja sigue teniendo el poder en un vestuario que ayer, de nuevo, respaldó a su entrenador de forma pública. Al madrileño ya empiezan a incomodarle las continuas referencias a un futuro menos delicado de lo que aparenta. «Hablo todas las semanas con los dirigentes. Si me tienen que echar, ya me echarán y lo harán sin ningún tipo de miedo si creen que esa es la solución», dijo ya con cierto hastío Calleja en la sala de prensa de Vallecas.

Limpiar la mente

En la cabeza del entrenador del Villarreal no hay lugar para esas elucubraciones y sí para seguir buscando unas soluciones que van más allá del rendimiento deportivo. El problema del equipo ya tiene más connotaciones psicológicas, como el míster se encargaba de explicar: «En estas dinámicas la cabeza manda y la toma de decisiones no es todo lo acertada que debería ser. Hay jugadores que lo intentan, pero les cuesta estar acertados. Es cuestión de cambiar esa mentalidad. Preguntarse por qué no salen las cosas, por qué hay nerviosismo, por qué jugadores con tablas y hechuras no están teniendo temple y acierto a la hora de tomar decisiones importantes. Intento limpiarles la mente y ahora hay dos semanas para eso, recuperar al equipo a nivel psicológico para afrontar con garantías de ganar los próximos partidos». A partir de hoy, Calleja sentará en el diván a sus jugadores.

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