Cani debutó en Primera hace 15 años, en un Zaragoza-Barça del 11 de mayo del 2002. En este tiempo ha disputado 564 partidos en el fútbol profesional, 327 de los cuales los hizo vestido de amarillo. La pasada semana decidió colgar las botas y tras tomar esta decisión pasa a formar parte de la secretaría técnica de uno de los dos clubs de su vida, el Zaragoza. El otro es el Villarreal, donde pasó nueve de los mejores años de su vida y de la historia del club.

—¿Ha asimilado ya que es exfutbolista? ¿Le ha costado mucho tomar esta decisión?

—Después de tanto tiempo aún no me he hecho a la idea, la verdad. La decisión la tomo porque veo que la cabeza ya me va más rápida que las piernas. El tiempo va pasando y llegué a Zaragoza un poco cansado. Sabía que iba a retirarme aquí y no me apetecía seguir. Era lo mejor porque había perdido un poco la ilusión.

—¿Cómo valora su carrera cuando echa la vista atrás?

—Mi ilusión era jugar en Primera y a poder ser hacerlo en el Zaragoza. Ese sueño lo cumplí pronto y nunca imaginé estar tantos años en Primera. Estoy muy orgulloso de todo lo que he logrado.

—Quizá la única espinita fue la de no jugar en la selección...

—Jugar para España habría sido la guinda, pero eso es cosa de privilegiados. Pude ir a una convivencia cuando jugaba en el Zaragoza y me hubiera gustado debutar, pero siempre di más importancia a lo que hacía en mi club.

—Nueve años estuvo en el Villarreal. ¿Qué supone este club?

—No me arrepentí nunca de ir allí. Es un orgullo haber estado todo ese tiempo en el Villarreal, un club que cuando fui ya era grande; ahora lo es mucho más y seguro que seguirá creciendo. Hasta mis hijos son de Vila-real y estaba como en casa, como en Zaragoza. He sido muy feliz allí.

—¿Con qué recuerdo se queda de todo ese tiempo?

—Es imposible elegir uno. Me quedo con disfrutar del crecimiento del club y de tantos partidos que he disfrutado muchísimo. El ascenso fue emotivo porque suponía volver donde no teníamos que haber salido, pero también me quedo con el subcampeonato y con los vestuarios que tuve y con los trabajadores del club. He dejado allí muchos amigos.

—¿A qué compañero elegiría? ¿Con quién mantiene relación?

—Sigo hablando con Mario, Jaume, Mateo... Tengo un problema, que soy un desastre con el móvil y si hay distancia pierdo el contacto diario, pero ahora que tendré más tiempo ya he quedado que no tardaré en ir a Vila-real.

—¿Quién es el entrenador que más le marcó en el Villarreal?

—Aunque luego acabé como acabé, Marcelino. Las ideas que tiene encajan bien con lo que pienso y me cambió la forma de pensar en temas como la alimentación.

—¿Qué imagen le queda del presidente Fernando Roig?

—Como Fernando hijo o José Manuel, saben muy bien cómo hacer las cosas. Han hecho de un club pequeño uno gigante y las cosas no pasan por casualidad.

—¿Qué borraría de su etapa?

—Borrar no puedo, pero sí cambiaría mi salida y el descenso, que es el punto negro de mi carrera deportiva. De todas formas no guardo rencor a nadie y entiendo que el mundo del fútbol es como es. Tuve una discusión y salí, pero nadie me trató mal.