Dos suplentes dieron el título a Camerún (1-2). Dos suplentes alimentaron la maldición de Héctor Cúper, que tuvo en su mano guiar a Egipto a la conquista de la Copa de África. Pero la selección camerunesa, en una prodigiosa media hora final, dio la vuelta a un partido que tenía perdido. Lo hizo con un gol de cine, un gol tan espectacular en su elaboración como en su ejecución. Un gol que hizo estallar la emoción de millones de cameruneses, con Etoo en el palco.

Un pase largo, y en diagonal, hacia el balcón del área egipcia fue amansado por Aboubakar (Beksitas). Lo hizo con elegancia y, a la vez, potencia porque calmó la fuerza de la pelota con el pecho. A partir de ahí, un escándalo de jugada, por mucho que la defensa de los faraones alegara juego peligroso. Tras el control, Aboubakar realizó un sombrero y armó con astucia su pierna derecha para soltar una volea imponente que silenció a todo Egipto provocando una reacción espectacular.

SUPLENTES // Ese gol ocultó el buen juego de Egipto en la primera parte, donde movió el balón con autoridad y, sobre todo, con inteligencia. Construyó con paciencia la jugada que le permitió abrir el marcador, avanzando pausadamente por la banda derecha. Así, toque a toque, llegó el tanto de Elneny, el centrocampista del Arsenal (m. 22). Caminó diríase que hasta con sigilo el jugador egipcio despistando a sus rivales hasta plantarse en el área camerunesa, soltando después un gran derechazo. No solo despistó a la zaga sino también a Fabrice Ondoa, el exguardameta azulgrana. El balón fue justo por el palo que cuidaba él.

Egipto dominaba el encuentro sin saber que la respuesta de Camerún llegaría tras una segunda acción a balón parado. De un córner mal defendido llegó el tanto que alimentaba la maldición de Cúper. La maldición de las finales perdidas. Un poderoso cabezazo de Nkoulou, que había entrado a la media hora de partido por la lesión de Teikeu, sellaba el empate abriéndose así los mejores minutos de Camerún. A Egipto, en cambio, le tocaba sufrir porque había perdido el control del partido. Pero nunca pudo imaginar que su final sería tan dramático cuando Aboubakar amansaba el balón con el pecho.