El Camp Nou empezó con un par de sobresaltos y acabó rendido, por enésima vez, a Messi. El argentino, con dos tantos encadenados tras las ocasiones iniciales del Manchester United, allanó la vuelta del Barcelona a las semifinales de la Champions, a la espera de si el rival es el Oporto o el Liverpool (ganó 2-0 en Anfield).

El United salió con descaro. Rashford remató al larguero en los primeros segundos. Los ingleses llegaron con claridad y una preocupante frecuencia en los primeros 10 minutos, hasta que Messi agarró la pelota en el 16’ y en una acción tan personal, colocó su parabólico tiro lejos del alcance de De Gea. Antes, Leo iba a lanzar el penalti con el que Felix Brych había castigado una caída en el área de Rakitic, pero el alemán, tras consultarlo personalmente con el VAR, reculó.

Cuatro minutos después, nuevo duelo entre el astro argentino y el guardameta español, que salió muy mal parado: un lanzamiento sencillo, se le escurrió por debajo del cuerpo. Dos-cero, con todo lo que habían hecho bien los diablos rojos y la eliminatoria ya estaba imposible.

La ventaja de tres goles (sumando el 0-1 de Old Trafford) serenó al Barça, que, ahora sí, manejó la pelota y el partido. En una primorosa acción en los estertores del primer tiempo, el remate de Sergi Roberto golpeó en De Gea.

Nada alteró el paso por el vestuario. Los ingleses, a tono con el desvaído tono de su camiseta, desaparecieron. Messi, noqueado en la ida y descansado por no jugar el sábado, estaba con ganas, aunque cedió su protagonismo, por unos instantes, a Coutinho, autor de un maravilloso gol, también muy de su estilo. No gustó tanto su celebración, con gesto serio, casi rabioso, dirigiéndose a la grada señalándose los oídos. Luego, al dejar su sitio a un reaparecido Dembélé, recibió una atronadora ovación, lo último reseñable del encuentro.