El coloso ha caído. Del 1-7 a Brasil que hace cuatro años provocó el Mineirazo y condujo a la conquista de su cuarto Mundial al estrepitoso derrumbe en Rusia, abatida por Corea del Sur. Alemania forma parte del pasado, y quizá también Joachim Löw, su seleccionador, elogiado como el técnico moderno que necesitaba el país para volver a coserse estrellas, pero zarandeado ahora por millones de compatriotas por no ejecutar la renovación que demandaba el campeón.

Apeló Löw a la vieja guardia (Müller, Özil y Neuer), pero no le ha dado lo que necesitaba. El campeón vuelve a casa a la primera. Es ya tradición: Francia (1998), Italia (2006), España (2010) y ahora Alemania (2014) fueron incapaces de defender su corona.

«Tenemos que analizar por qué no hemos demostrado el fútbol que tenemos», admitió el técnico, cuya continuidad es ya objeto de un profundo debate. Ni siquiera él sabe si debe continuar porque Alemania ha entrado en una peligrosa involución, siendo condenada por Corea del Sur, retratando su declive en esa jugada, ya en el tiempo añadido del tiempo añadido, cuando Neuer se puso a regatear en el balcón del área de Hyeonwoo, un prodigioso guardameta. Perdió la pelota la selección germana y Corea rubricó el 2-0 en una tarde digna de una película de ciencia ficción.

Tan mal ha estado Alemania que ha caído como ella suele ganar. Cuando el reloj caminaba hacia los minutos de descuento, Corea del Sur le dio en Kazán una lección que nunca olvidará. Es, por lo tanto, el final de una generación. «Creo que el último buen partido que jugamos fue en otoño del 2017», se lamentó Hummels, asumiendo la dimensión de tan monumental desastre.

EL PEOR MUNDIAL DE SU HISTORIA / Es una hecatombe para Alemania, que solo se había ido de la primera fase de un Mundial en 1938. Fue la colista del grupo y solo marcó dos tantos, el peor registro de su historia. Löw se ancló en el pasado, prescidiendo por ejemplo, de Sane, la estrella emergente del City de Guardiola, y dándole sumisamente la titularidad a Neuer, que llevaba más de un año sin jugar por una grave lesión, y sentando a Ter Stegen en el banquillo. Alemania murió con tanto estrépito que tardarán quizá años en percibirse del todo.