Hubo una vez, en un hotel de Girona, durante una Volta, en la que Nairo Quintana hablaba del campo, de los problemas de la gente corriente de Colombia y de la ilusión que empezaba a provocar su dominio en el reino de los cielos ciclistas. Con sencillez, tratando de no perder (lo que no siempre es posible y lo que sucede pocas veces) la normalidad en la vida de un chico que quería ser un chaval tranquilo ahora con 26 años, en su Boyacá natal, tierra de campesinos.

Sin embargo, Colombia lo ha convertido ya en el deportista más importante del país, un ídolo de masas, lo que se ha visto en cada etapa --el Paseo de la Castellana y la plaza de la Cibeles de Madrid estuvieron plagados de banderas y compatriotas suyos que viven en España-- hasta el punto de que la presión fue tan grande, tanto que se apunta como una de las causas principales por las que Nairo no pudo cumplir en julio lo que se bautizó como el sueño amarillo.

Ha ganado el Giro (2014), ahora la Vuelta y ha sido dos veces segundo (2013 y 2015) y una vez tercero, en julio, en la ronda francesa. Ya se ha empezado a trabajar para que firme el año que viene la ampliación de su contrato con Movistar, que lo convertirá en el segundo ciclista del pelotón mejor pagado por detrás de Chris Froome y por delante de Alberto Contador y el monstruo de Peter Sagan. Desde que el Movistar lo descubrió y se lo llevó a vivir a Pamplona (ahora reside entre Colombia y Mónaco) ya se vio que ese chico menudo sería una estrella.

EL TOUR // “Sigo madurando y aprendiendo de muchas cosas, como he hecho en esta Vuelta. Ahora sé que para ganar el Tour mi cuerpo debe estar al ciento por ciento, lo que no sucedió en julio por culpa, entre otras cosas, de las alergias. En julio hice tercero más por clase que por piernas porque el cuerpo no respondía a lo que le pedía. Yo sigo creciendo, pero hay que tener calma porque los ciclistas no somos robots”, dijo Nairo. H