Sigue instalada en el cielo, incrédula todavía con lo que hizo. Anna Cruz es más de hechos que de palabras, aunque sea licenciada en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Burgos. “Seguramente es la canasta más importante de mi vida. Pero espero que queden muchas más”, explica, atrapada en una gran sonrisa de felicidad, la nueva heroína de la selección femenina de baloncesto.

Cruz abrió la puerta de las semifinales de Río, contra la campeona europea, Serbia (20.00 horas), gracias a una canasta milagro, lanzada en el último segundo que sirvió para superar a Turquía. “No tiré en buena posición. Fue un churro. Se me apareció la Virgen”, admite Cruz, que fue arrollada por sus compañeras, una montonera de felicidad, ya que España nunca había cruzado la frontera de cuartos. Lo mejor había sido el quinto en Barcelona y Pekín. “Fue Alba [Torrens] la que sacó de fondo rápido. Quedaban cuatro segundos y la verdad es que no quería jugar la prórroga, estaba cansada. Cuando estuve un poco cerca y creía que tenía posición, tiré y entró”, relata.

Cruz fue de abrazo en abrazo porque España vislumbró la condena cuando se vio ocho puntos atrás. Pero Cruz sumó 8 de los últimos 12 de España en un parcial milagro (12-2) que giró el match, rematado con la canasta sobre la bocina. H