No fue una victoria más. La celebración exacerbada del máximo accionista José Miguel Garrido en el palco, dejando a un lado el protocolo, fue solo una imagen más que dejó el agónico gol de Jairo Cárcaba en el minuto 94 y la angustiosa remontada que resucita al Castellón: jugadores por los suelos, abrazos que casi rompían espaldas, gritos equivalentes a los del gol del ascenso, piel de gallina, lágrimas...

Nadie sabe lo que pasará tras las nueve jornadas que restan, pero el Castellón, al menos, ha empezado a construir su épica. De la permanencia depende ahora que este partido sea recordado solo como un recuerdo alegremente fugaz de una temporada para olvidar o que sea el encuentro que, durante años y años, se recuerde como el que, verdaderamente, cambió el destino de un equipo que caminaba irremediablemente de vuelta a Tercera.

Un partido, no obstante, con su propia historia. Una intrahistoria fraguada en esa solución de emergencia, a la desesperada, ya planificada de antemano por Óscar Cano, que otorgaba rol de delantero centro a Rafa Gálvez. En funciones de lo que tradicionalmente se ha llamado estar de palomero, el cordobés, que antes del 2-1 estuvo a punto de conectar dos remates en esa apuesta por el doble 9 junto a un Cárbaba todavía no al 100%, fue el antepenúltimo jugador que en esa acción tocó el balón, que cayó en los pies de Rubén Ramos, quien lo colocó en la cabeza del asturiano.

«La salvación pasa por Castalia». Una frase, un tópico, un mantra que entendieron todos, los jugadores los primeros. Así, convirtieron su casa en un santuario: la semana pasada apostaron por entrenar siempre en el estadio, aparcando Marina d’Or, para trabajar en su hábitat natural -una fórmula que repetirán esta semana-. Además, el domingo limitaron, por no decir que hicieron desaparecer, el habitual trasiego de personal en el pasillo de acceso a su vestuario, cerrado a cal y canto, incluso, para la directiva. Un sanctasanctórum solo para cuerpo técnico y futbolistas, que tuvieron así el clima ideal para terminar de mentalizarse en pos de una victoria crucial.

EL AMULETO // Además, las cuatro victorias de este ejercicio -todas ellas como locales- han tenido un denominador común: la presencia del eterno Eliseo Ramos. Su salud no le ha permitido estar en todos los encuentros de casa, pero sí que ha asistido, en vivo y en directo, a los triunfos sobre Alcoyano, Conquense, Ontinyent y Badalona. Un hombre, Eliseo, para quien las paredes de Castalia no le guardan ningún secreto.

Con Marc Castells y David Cubillas fuera del terreno de juego, Álvaro Campos, para quien el reto de la permanencia se ha convertido en un desafío personal, asumió, más si cabe, los galones de capitán. El portero estuvo muy encima de sus compañeros antes, durante e incluso después del encuentro, en el que se produjo un pequeño incidente aunque altamente revelador: el guardameta le dio tal achuchón a Castells, por el chute de adrenalina de la remontada, que, sin querer, le provocó una pequeña herida en la cara por las gafas que, fuera del campo, suele llevar el de Sueca, lo que requirió una pequeña cura por parte del doctor.