El Castellón, en la víspera de su sexta temporada consecutiva en Tercera División, entona la misma melodía, como esa canción del verano que nunca se le va de la cabeza. Del ganar, ganar y ganar de Luis Aragonés al subir, subir y subir. No le queda otra: cada año que pasa, la exigencia, futbolística y económica, aumenta.

Dos años lleva el Castellón viendo de cerca la puerta de salida de una categoría a la que nunca debió caer por motivos deportivos. Desde entonces, desde aquel verano del 2011, la vida del club ha pendido de un hilo. La deuda es millonaria y, en Tercera, no para de crecer. El futuro, en gran medida, no solamente pasa por lo que acontezca en las 42 jornadas de la liga regular (play-off aparte), sino también en una campaña marcada por los diversos procesos judiciales abiertos, que abarcan tanto la titularidad del club como seguir depurando responsabilidades, precisamente por el descenso administrativo de hace cinco años por los impagos.

Con todo, mal harán Frank Castelló y sus jugadores en poner la vista en esta cuestión. Lo suyo es lidiar con la exigencia que les impone ganar todos los partidos, en una eterna ansiedad que añade más dificultad a la empresa.

CADA VEZ MÁS CERCA // El albinegrismo ha visto como, en las dos recientes temporadas, la pesadilla ha estado a punto de tocar a su fin. Aquella gran campaña, con título de campeón de grupo incluído, se truncó en dos eliminatorias, de muy distinto calibre. Los penaltis despertaron al Castellón de su sueño. Como hace ahora menos de dos meses, cuando, por una vez, el viento era de cola. Lo tuvo en un lanzamiento desde los 11 metros pero... Uno posterior errado le condenó a vagar otro año por una categoría en la que no debería estar... pero está. Esa es la triste realidad.

UN VERANO AGITADO // Esa nueva tentativa frustrada ha dejado paso a unas semanas convulsas y agitadas, en las que lo económico y lo deportivo han estado, nuevamente, íntimamente ligados. La no renovación de Kiko Ramírez desencadenó los acontecimientos: Jordi Bruixola se fue también y, a partir de ahí, el albinegrismo vivió un estado permanente de nervios del que, curiosamente, el nuevo técnico y la plantilla han parecido aislarse, con una pretemporada inmaculada (vale que los resultados no aportan réditos, pero mejor ganar, sobre todo en los albores de un nuevo proyecto) y transmitiendo buenas sensaciones en un claro cambio de estilo.

Sin embargo, al cierre de esta edición, la plantilla todavía estaba abiertas a entradas y salidas. Se quede quien se quede, venga quien venga, el objetivo será el mismo, aunque las apreturas económicas son cada vez mayores. Volver a buscar el título de campeón de grupo (con permiso de Olímpic de Xàtiva, Ontinyent, los filiales de Villarreal y Elche... más algún outsider que surja, en un grupo más abierto y provincial que nunca) es el primer desafío, por las ventajas que da. Pero, en todo caso, el ascenso es algo tan urgente con innegociable. Al Castellón le va la vida en ello. H