El CD Castellón sale airoso del partido del miedo ante el Real Zaragoza. Un encuentro, malo de solemnidad, marcado por los nervios derivados de la situación alarmante de ambos conjuntos, que apuntaba al 0-0... hasta que César Díaz, en el minuto 84 apareció para marcar un gol que sin ser el que logró hace año y medio en el descuento frente al Barcelona B para sellar (con la colaboración del Conquense) la permanencia en Segunda B, preludio de todo lo bueno que sucedió después, pues casi, casi... Un 1-0 que coloca a los albinegros con 15 puntos, fuera del descenso de nuevo... momentáneamente.

Costó Dios y ayuda... la del Zaragoza. Quien lo ha visto y quien lo ve. El equipo aragonés por excelencia vive, tal vez, su peor momento, camino de los 90 años. El laureado conjunto blanquillo, campeón de la Recopa de Europa (¿quién, de 40 años para arriba, no recuerda aquel gol de Nayim frente al Arsenal en el Parque de los Príncipes de París?), seis veces ganador de la Copa y que en junio acariciaba el regreso a Primera División, siete temporadas después, al liderar la categoría de plata, pero que se desplomó y perdió en los play-off, llegaba a Castalia en una completa crisis deportiva (once jornadas sin ganar, en zona de descenso a Segunda B) e institucional, con rumores de compraventa y guerra de comunicados... En síntesis, el mejor momento para cualquiera de sus rivales.

COMO DOS FLANES / El encuentro, todo él, reflejó, más que cualquier explicación, la situación clasificatoria de unos y otros. Nervios a flor de piel. Miedo a fallar. Errores incomprensibles. Fútbol, nada de nada. Y oportunidades, menos todavía. ¡Menudo partidito!

Al Castellón, con dos cambios en el once respecto al del pasado sábado, volvió al 4-4-2 con un doble propósito. Atrás, sentirse más protegido. Y arriba, al juntar a Jordi Sánchez con David Cubillas, tratar de aprovechar alguno de los habituales duelos aéreos que suele ganar el canterano.

De entrada, al Castellón le costó descifrar el 5-3-2 del Zaragoza, sobre todo en su banda izquierda, por donde Carlos Vigaray se colaba para sembrar el desconcierto. Aunque nada comparable a ese balón que Álvaro Campos entregó a los cinco minutos. Menos mal que los maños tampoco están para lanzar cohetes, precisamente.

Los blanquillos sometieron a una presión muy alta y asfixiante a los locales, pero sin ir mucho más allá. Tampoco duró demasiado, afortunadamente. Un latigazo de su lateral derecho fue todo el peligro que generó. Eso sí, no mucho más su oponente, que cerca del descanso contabilizó el remate de Jordi Sánchez, habilitado por Marc Mateu, sin dirigirlo entre palos. Ofensivamente, fue un duelo entre saques de esquina, que ambos equipos, sin fútbol que les alcance para rondar el gol, desperdiciaron de manera lastimosa, a pesar de la ya insistente tentativa de la búsqueda del gol olímpico del 23 de los albinegros.

El paso por el vestuario, en vez de serenar a dos equipos hechos un flan, corroboró las pobres constantes vitales de ambos. El Castellón le puso más intención y, nuevamente en un córner, pudo ponerse 1-0, pero el remate de Eneko Satrústegui, libre de marcaje, no desentonó con la noche. El Zaragoza, jugándose también un montón, desertó en el primer cuarto de hora, hasta que Francho Serrano disparó por arriba.

Los albinegros, después de esos minutos de neta superioridad, pasaron otra vez a ser dominados, aunque el Zaragoza atacaba con una timidez alarmante.

TODO APUNTABA AL EMPATE... / Parecía un milagro que alguien pudiera alterar el 0-0, cantado desde el mismo momento en que, casi dos horas de reloj antes, habían arrancado un encuentro de fútbol impropio de la segunda categoría del fútbol español. Bastó el destello de César Díaz, que hizo bueno la constancia de Igor Zlatanovic, en la segunda pareja de delanteros que Óscar Cano probaba.

El arreón final del Zaragoza fue tan inocente como todo el partido. Tres puntos de oro quedan guardado bajo llave en Castalia.