Solo dos despistes de cuatro segundos escasos le costaron al Villarreal la derrota en el Camp Nou, en un partido magnífico de los amarillos que estuvieron a punto de meter al Barça en una profunda crisis. Los azulgrana vivieron de la renta de los dos tantos de Griezmann y Arthur, posiblemente en las dos únicas acciones en las que los de Javi Calleja no estuvieron metidos al 100% en el partido.

El Submarino, bien liderado por un genial Cazorla, quien anoche ejerció el papel del Messi del Villarreal en el duelo del Camp Nou, tuvo opciones en la segunda parte, tras acortar distancias al filo del descanso tras una obra de arte del Mago asturiano, para puntuar en Barcelona, algo que se le sigue resistiendo desde hace 10 años. Muy buen partido en bloque del Villarreal, que nunca le perdió la cara al campeón de Liga y volvió a exhibir un alto gen competitivo ante la colección de estrellas del Barça. El 2-1 final se antoja corto para los méritos de un equipo que ha aprendido sacrificarse y que anoche ofreció un desgaste físico impresionante, además del buen fútbol habitual de los de Javier Calleja. Una verdadera lástima.

El fútbol no es física, solo es un deporte, pero en ocasiones buscar el equilibrio perfecto se convierte en algo parecido a la Ley de los vasos comunicantes. Calleja no es Pascal, pero muchas veces tiene que hacer uso del Principio hidrostático del matemático, físico, filósofo y teólogo francés del siglo XVII. El técnico amarillo quiere seguir fiel a su ideología futbolística, marcada por obsesión por el fútbol de ataque y de tenencia de balón, pero a la vez es consciente de que la competición en LaLiga exige una intensidad y una compostura defensiva obligadas. Y más si visitas en el Camp Nou a un león herido por su pésimo comienzo de temporada después de un cruel 2-0 ante el recién ascendido Granada.

Calleja tiene ahora un problema de overbooking de talento que le genera problemas de conciencia. Vive una eterna disputa entre su corazón y su cabeza, con una hipotética Campanilla que le susurra al oído que debe ser más cauto en sus planteamientos. Con esa disputa interna, esa lucha por buscar el equilibrio defensivo-ofensivo, el Villarreal estrenó ante el Barça una nueva disposición táctica. La propuesta era valiente, pero a la vez intentaba ser prudente. El dibujo era algo parecido a un 4-4-1-1, aunque más que la disposición destacaba dos novedades: la alineación de dos hombres abiertos a bandas como Ontiveros y Chukwueze y la libertad absoluta para Cazorla para jugar sin ninguna atadura defensiva, con Gerard Moreno como único delantero.

ERRORES INICIALES / Todo bonito y aparentemente perfecto. Pintaba bien de salida, pero en el fútbol cualquier imprevisto te hace saltar por los aires el planteamiento inicial. El Villarreal no defendió nada bien dos acciones puntuales y a los 15 minutos ya perdía por 2-0. El primero le cayó en un saque de esquina de primer curso de estrategia en ataque. Balón al primer palo donde entra Griezmann y, de cabeza, sorprende a Asenjo, con una mala fijación en la marca de Rubén Peña. El segundo, un tiro cómodo desde la frontal del área, también mal defendido por Chukweze y, por supuesto, la calidad de Arthur Melo para lograr un bello tanto. Al Barcelona no se le puede conceder nada, ni un centímetro.

Afrontar un partido con 2-0 en contra al cuarto de hora no es una tarea sencilla. Si te vas hacia arriba el riesgo es salir goleado, y si te conformas, tienes aquello de que una derrota honrosa es igual que otra más sonrojante. Pues bien, Calleja tiró de Pascal y apostó por el equilibrio. El Villarreal siguió jugando a lo mismo. Tuvo personalidad y nunca perdió la cara al partido, pero tampoco el respeto al rival. El Barça, por su parte, le tuvo algo de miedo al Villarreal y se conformó con el 2-0, demasiado pendiente de Messi, lejos de ser el The Best del fútbol mundial y aún bajo de forma. Al Villarreal hay que tenerle respeto, porque si se lo pierdes llega Santi Cazorla, un futbolista con un talento descomunal, y te mete un golazo a dos minutos del descanso que solo los jugadores especiales —y el asturiano lo es y mucho— que te coloca de lleno en el partido. Con 2-1 había mucho partido que jugar todavía en la segunda parte.

Valverde se vio obligado a sustituir a Messi y el Barça se quedaba sin su Cid Campeador, porque aun cojo el argentino es una amenaza psicológica para cualquiera. Y la primera gran ocasión de la segunda parte la tuvo el Villarreal. Otra vez Santi Cazorla, pero Ter Stegen evitó el empate.

Calleja fue a por todas y fue sacando poco a poco a toda su artillería pesada. El Villarreal, que había pagado caros dos mínimos errores defensivos, ofreció un desgaste físico y una intensidad máxima en la presión en el centro del campo, robando un sinfín de balones, concentración absoluta en las coberturas con Albiol y Pau impartiendo un máster en el eje de la zaga, y sorprendiendo en los espacios libres y por velocidad al Barça. Ter Stegen tuvo que salir a la desesperada para evitar que Chukwueze se plantara solo delante de él. El Villarreal metía miedo y presión a un Barcelona, que utilizaba toda su maquinaria al 100%. El fútbol de toque de los amarillos y su rica variedad de recursos dejaron helado al Camp Nou por momentos.

EL BARÇA PIDIÓ LA HORA / La segunda parte fue jugada de poder a poder por ambos bandos. El mejor Barça de la temporada lo pasó muy mal y temió por la victoria en algunos momentos del partido porque a la contra el Villarreal siempre apuntaba peligro. Los amarillos lucharon por el empate, pero pagaron caros los dos despiste del primer cuarto. Y en el Camp Nou no se pueden cometer fallos. El equipo de Javier Calleja sigue en una línea excelente de juego. Ante el Barça mereció mucho más.