Acabó en empate y a Valverde no le supo mal porque era un Barça revolucionario. Y singular. Un Barça nunca visto se asomó a Balaídos con Arnaiz, un extremo del filial, ejerciendo de delantero centro, mientras Cillessen tenía que sufrir el desorden defensivo de sus colegas de la zaga. A Valverde, que dejó a las vacas sagradas (Messi, Suárez e Iniesta) en casa, le salió bien su plan cuando al cuarto de hora ganaba el partido tras un excelente contragolpe diseñado en el inicio -robó la pelota André Gomes- y en el final -asistió Gomes­- ­para mayor gloria de Arnaiz.

Se reestrenó Dembélé y se le vio tímido durante los 20 minutos que estuvo en el campo, después de casi cuatro meses de baja. Arnaiz es, entretanto, un joven que no pierde el tiempo. Primer remate a puerta, primer gol. El Barça, juegue quien juegue, no se deja ganar un partido, dejando momentos esperanzadores al inicio de la segunda mitad, estrellando dos balones en la madera: uno de Busquets y otro de Sergi Roberto. Volvió Dembélé, obligado a jugar por las circunstancias del partido y del equipo, de falso nueve. Le falta tiempo. Mientras, los suplentes son capaces de resistir un encuentro delicado porque en Vigo han salido dañados muchos y distintos Barça, y siempre con las mejores piezas.

El Barça de la Copa, con cuatro supervivientes del triunfo en el clásico, tendrá que sentenciar el casa tras el empate de Pione Sisto, un catálogo de los numerosos errores defensivos azulgranas.