Un Valencia completo y en progresión celebrando el Centenario ante un Barça diminuido por las ausencias, deprimido, y en busca del noveno doblete como mal menor a una temporada manchada de rojo en Liverpool. A veces se cumple la lógica en el Barça, salvo que un genio altere lo previsible. A punto estuvo de suceder una vez más.

No se dio porque el único ser capaz de alterar el orden natural de las cosas está triste. Messi tiró del carro, naturalmente, porque él nunca se esconde ni se parapeta en los demás. Si alguien hizo por evitar lo previsible fue él. Marcó el gol de la esperanza tras el segundo remate al poste, después de los dos goles del Valencia en el primer tiempo que acentuaron la depresión culé.

Dos golpes durísimos en lo anímico, sobre todo, porque el dominio en el juego era avasallador. En el descanso, había una abismal 77%-23% de posesión, pero el marcador indicaba un 0-2.

Nunca hubo un compañero a la altura de Messi, ni figurada ni literalmente. Él debía armar la jugada y rematarla. Sin Suárez ni Dembélé, con Sergi Roberto y Coutinho, se sintió abandonado hasta que en la segunda parte, con el desesperado ataque, el área se pobló con Vidal y Piqué.

Hasta entonces, los centrales del Valencia se sentían como en un amistoso de pretemporada ante un amateur, sin nada que hacer ni un rival al que marcar. Tuvieron tiempo hasta de crear los contragolpes que dinamitaron la final. Dos montaron los levantinos y dos goles encontraron, sin haber hecho nada ni merecerlo tampoco. Luego, cuando salió Vidal, revivieron la angustia de siempre con alguien molestando en el área.

LA PRIMERA DE MARCELINO / Con el 4-4-2 de su manual jugó Marcelino, que logró su primera victoria ante el Barça en el 21º enfrentamiento ante el 4-3-3 que opuso Ernesto Valverde. La puesta en escena azulgrana no pudo ser mejor. Hasta el minuto diez no pudo el Valencia tener una posesión en el campo azulgrana, aunque podía haber marcado antes, en el cuatro, con un regalo de Lenglet a Rodrigo que Piqué le arrebató al delantero che sobre la línea, cuando ya había celebrado el gol tras haber regateado a Cillessen.

Los contrataques del Valencia, escasísimos, pillaron siempre desnudo al Barça. Se quedaban demasiados azulgranas por delante del balón, algo ya asumido, pero ninguno retrocedía a tiempo ni que fuera para hacer bulto. Solo Alba llegó a tiempo en el gol de Gameiro, pero el delantero francés le burló con calma. En la preparación del 0-1, Gabriel había lanzado el pase al lugar donde debía estar Semedo. Rakitic y Arthur aún están volviendo.

Valverde alineó a los tres tocados, sabido que el último día del año toca arriesgar y darlo todo. Semedo, Arthur y Coutinho recibieron el alta médica, anuncíó el Barça en un comunicado paripé a las 19.29 horas. Debían andar más o menos bien, y aunque solo estuvieran regular tampoco había donde elegir. Estuvieron mal. De los suplentes solo Vidal puede considerarse una alternativa. Malcom y Aleñá han tenido una función residual. El problema de Marcelino era lo contrario: descartar a titulares.

Los dos duelos ligueros habían terminado en empate y en ambos el Valencia se había adelantado, obligando al Barça a remar río arriba. Había fuerza en los brazos azulgranas pero, sobre todo, una fluida conexión en el equipo. Los tres goles habían sido de Messi, con lo que, en la final, la remontada solo sería posible con Messi.

El astro asustó y el Valencia se acobardó, aunque no habían salido del área en ningún momento. Vidal le acompañó en su papel de agitador que las agónicas circunstancias pedían. El Barça volvió a perder, pero recuperó el honor y levantó la cabeza.