Maialen Chourraut encontró la bajada perfecta que llevaba buscando desde los 15 años para coronarse, a los 33, campeona olímpica en la modalidad de K1 de piragüismo eslálon.

Fue un triunfo hasta autoritario. Una exhibición que internamente ella y su entrenador (y marido), Xabi Etxaniz, sabían que tenía dentro desde antes incluso de colgarse el bronce de Londres 2012. Fue la mejor sin discusión.

Superado el susto de la serie clasificatoria cuando, en la primera bajada, se saltó una puerta y puso en peligro su continuidad, remediado luego en el segundo descenso, la vasca cumplió el guión marcado desde hace tiempo con precisión de relojera.

Quería asegurar el pase a la final, pero no marcar el mejor tiempo. Habitualmente en grandes competiciones, ella era la más rápida en las series y en la semifinal, aunque luego acababa cediendo ante sus rivales.

Cuatro años y ocho días después del bronce, Chourraut dio el salto al lugar dorado del podio con una bajada portentosa de poderío y precisión. Marcó un crono de 98.65, imposible para sus rivales. Aventajó en más de tres segundos a la sorprendente plata, la neozelandesa Luuka Jones (101.82); y a la australiana Jessica Fox (102.49), subcampeona en Londres y gran favorita aquí, ante la ausencia de la defensora del título, la francesa Emilie Fer,

Tuvo que esperar a que concluyeran las dos más rápidas de la semifinal, pero ninguna de las dos tuvo opción alguna. Maialen esperó junto al resto de competidoras hasta que ya vio que el oro no se lo arrebataba nadie, fundiéndose en un abrazo con algunas de sus rivales y amigas, para, luego celebrar el gran logro. H