Echó un vistazo a una repleta sala de prensa de Sant Joan Despí y, antes de sentarse, musitó: «El teatro de los sueños». No era Old Trafford; en todo caso, la analogía podrá aplicarla sin ironía Luis Enrique al Camp Nou cuando su Barcelona salte esta noche (20.45 horas) a la cancha en busca de uno los mayores desafíos de su mandato, el mayor dejando de lado los partidos que supusieron títulos: ganar por al menos cinco goles de diferencia al PSG y eliminarle de la Champions.

Al estadio apeló Luis Enrique para que les eche una mano, a él y al equipo, con los culés acudiendo en masa «hiperexcitados» -así los quiere el asturiano- y le brinden a sus hombres una de esas noches inolvidables. Nunca antes se vio en semejante tesitura de invocar la ayuda ajena, porque nunca antes se vio en esa encrucijada, lo cual no deja de una virtud: nadie les dio antes una tunda de semejantes proporciones que les obligue a una remontada.

57 INTENTOS INFRUCTUOSOS // Y no es una remontada cualquiera. Exige un 4-0 mínimo para acceder a los penaltis o cinco goles de diferencia por cada uno que logre el PSG. Una hazaña. Un episodio único que no se ha dado en la historia de la Champions. «Me importa un rábano entrar en la historia: lo que a mí me importa es pasar la eliminatoria», soltó el prosaico entrenador del Barcelona, que solo procura preocuparse de que su equipo haga todo lo necesario para protagonizar una remontada que nunca se ha visto.

Cincuenta y siete veces, informaba el diario Sport, se ha producido en la Copa de Europa la coyuntura que afronta el Barcelona de levantar cuatro goles del partido de ida. Por ahora, es una cita con lo imposible. Ningún club lo consiguió. Ni el Barcelona de Tito Vilanova, que en la semifinal 2012/2013 encajó un 4-0 del Bayern. La vuelta se saldó con un 0-3 más vergonzante. Cuatro años antes (2009), el Barça de Guardiola había defendido en Múnich un 4-0, regresando airoso (1-1).

SE SIENTE OPTIMISTA // Luis Enrique no tiene la sensación de que su equipo deba realizar «el mejor partido de estos tres años», aun asumiendo que se trata de una empresa «muy compleja». Quizá esa sea una de las razones por las que se siente optimista. La razón principal, preguntado por ella, fue esta: «Estamos a mitad de la eliminatoria, y si un equipo nos ha metido cuatro, nosotros podemos meter seis». «Y eso lo hemos hecho no una vez, sino varias», recordó. Las más recientes, al Sporting y al Celta en el Camp Nou. Ninguna de ellas al Paris Saint Germain ni a ningún club europeo de primera línea.

El entrenador azulgrana entiende que el equipo «debe generar el juego y las situaciones necesarias» para que le aproximen a la gesta. No ha pensado en los penaltis, como sí los practicó el PSG antes de partir. «Nunca los hemos ensayado y a Ter Stegen no hay que decirle nada porque solo debe intentar pararlos», explicó Luis Enrique. Tampoco ha centralizado sus esfuerzos en gestionar las emociones de los futbolistas. Optimista como se declaró, conserva la «fe inquebrantable».

La misma que tiene Luis Suárez y los millones de culés que cada vez ven más factible la utopía. El equipo ha experimentado una progresión -y ha firmado unos resultados- que abonan esa esperanza. «El partido va a durar 94 o 95 minutos y hay que ser pacientes; ambiciosos, pero sin jugar a la desesperada ni volvernos locos», dijo uno de los tipos más apasionados del vestuario.

Los dos Luchos apelaron a la paciencia como una de las recetas indispensables para levantar el marcador antes que las prisas, pese a la extraordinaria necesidad de goles que tendrá el Barcelona. Luis Enrique, sin embargo, limitó esa paciencia a los límites del terreno de juego. A sus jugadores. Del público espera todo lo contrario. Quiere un Camp Nou «a reventar, hiperexcitado» que empuje a los jugadores, que les ayude a superar los malos momentos y les acompañe en el largo camino hacia la utopía.

PERSONALIDAD Y VALENTÍA // Enfrente, Unai Emery que reclama personalidad y valentía a sus jugadores sin que pierdan el tiempo en mirar el marcador para no refugiarse en la comodidad de los cuatro goles de ventaja. «La gestión emocional está en todos los partidos, pero en éste aún más», confesó el vasco, quien recordó que «si algo he aprendido en el fútbol, es que el respeto debe estar presente constantemente».