El confinamiento, que duró tres meses, ahogó al Barça de Setién e impulsó al Madrid de Zidane que roza ya su segunda Liga en los tres últimos años, capaz de sobrevivir incluso sin Cristiano Ronaldo. Tras la pandemia, el equipo azulgrana empezó a ceder su corona en 11 días trágicos concediendo tres empates (0-0 en Sevilla, 2-2 en Balaídos con el Celta y otro 2-2, pero en el Camp Nou frente al Atlético) para desperdiciar un campeonato que tenía en su mano.

Ahora, en cambio, el Madrid es dueño de su destino. Si gana este jueves al Villarreal será campeón de la Liga, "el trofeo más importante de la temporada", como solía recordar Zidane incluso cuando ganaba tres Champions en cuatro años. No necesita ni ganar para ser campeón en función de lo que haga el Barça contra Osasuna. Con el mismo resultado le basta al cuadro madridista para festejar un título que tenían en la mano los azulgranas.

Pero el equipo de Setién no ha sabido adaptarse al fútbol poscovid-19 (nueve jornadas de Liga en apenas 32 días), incapaz, además, de ser fiable y contundente. El liderazgo de Zidane, que ha prescindido en el camino de Bale, un turista en la Liga, y James, jugador absolutamente marginal, ha podido más que el deseo de Messi y Piqué, convertidos ambos, junto a Ter Stegen, en los símbolos de un campeón que se resistía a claudicar. Zizou ni ha necesitado de Hazard, el fichaje estrella que no ha aportado nada en la Liga. Un gol y gracias.

SIN FIESTA EN CIBELES

Tras la pandemia, el Barça se enredó de tal manera que vio como el Madrid volaba: 27 puntos de 27 posibles, cediendo solo tres goles en tan apresurado camino con la gigantesca figura de Courtois, próximo trofeo Zamora. Empezó el equipo de Setién con + 2 tras el gol de Tello, antes del coronavirus, que le hacía líder. Y ahora está cuatro puntos por debajo del equipo blanco, que ha pedido no salir a la calle si mañana ya es campeón.

No habrá fiesta en Cibeles y el Madrid quiere que toda celebración se haga en casa, mientras José Martínez-Almeida, el alcalde de la capital, dice que como máximo, en balcones o perímetros reducidos con mascarilla.

El coronavirus ha cambiado la vida y, al mismo tiempo, el fútbol. Al Barça, más aún. "Ese punto de reflexión del confinamiento nos vino bien para poder reaccionar", admitió Sergio Ramos, el capitán del Madrid, asumiendo el cambio que se vivió durante los tres meses de reclusión domiciliaria. Al equipo de Setién no le ha bastado con media hora de buen fútbol. O incluso medias partes. La excepción fue Villarreal, donde completó un excelente partido, desde el inicio hasta el fin.

RETORNO AL PASADO

El cambio de entrenador (Setién por Valverde a mediados de enero) no obró el "impulso", esa fue la palabra empleada por el presidente Josep Maria Bartomeu, esperado. Por mucho que el dirigente sostenga que ese impulso sí se ha dado internamente.

Pero en el camino, el Barça está a punto de perder una Liga, frustrando así la ruta trazada por el Txingurri, que había ganado las dos anteriores dejando al Madrid en las antípodas de la clasificación. A 17 puntos se quedó el equipo blanco en el primer año posNeymar y a a 19 en el segundo, desconectándose del campeonato varios meses antes de que acabara.

El relevo en el banquillo del Camp Nou, el primero que se hacía desde el 2003, entonces fue Antic por Van Gaal con el interinaje de De la Cruz, no despertó al equipo. Ahora, Bartomeu, solo sostiene que Setién seguirá siendo el entrenador del Barça en Europa. O sea, el próximo 8 de agosto contra el Nápoles (1-1 en la ida), confiado el presidente en llegar a la exigente Champions exprés que le aguarda en Lisboa con Bayern Múnich, Juve, City o Madrid como posibles rivales.

De momento, y pendiente de lo que suceda este jueves en Valdebebas, el Barça firmará la peor puntuación en la Liga desde el 2008 cuando la "autocomplacencia", como indicó en su momento el entonces presidente Joan Laporta, certificó el final de Rijkaard. Luego, llegó Guardiola. ¿Y ahora? Si pudiera, Bartomeu traería ya mismo a Xavi.