Si la retransmisión de la Vuelta por televisión no tuviera locución, el telespectador escucharía los gritos que lanzan los aficionados apostados a la cuneta. Y siempre, entre el sonido de las ruedas de las bicis y el resoplar de los corredores, se oiría el mismo chillido, a veces “¡Alberto!” y otras “¡Contador!”. Si no llega, la pregunta es dónde está y cuando aparece, se le anima, se le reclama y casi se le empuja en busca de un ataque, antes para ganar la Vuelta y ahora para acompañar a Quintana y Froome en el podio de Madrid.

Contador corre por pundonor, al igual que Froome, que se retuerce sobre la bici ascendiendo al Mas de la Costa, tierra cálida, más de 30 grados, el Castellón interior, rampas terribles, recién asfaltadas, sobre el hormigón virgen, donde cada kilómetro se hace más largo que un día sin pan, pero donde también, al ir todos tan lentos, casi se hace imposible, por más que lo pruebe Contador, marcar diferencias, aunque solo sean unos segundos de reivindicación personal. Y porque ese griterío del público lo impulsa, Contador sigue siendo el gran animador, porque “estoy disfrutando y lo único que quiero, más que ganar una etapa o subir al podio, es pasarlo bien”, decía ayer.

Los demás están cansados, fulminados por el calor que invadió la Vuelta cuando se abandonaron los Pirineos y, si Contador no ataca de salida, tal como hizo camino de Formigal, se forma la fuga, que viene a ser el pan nuestro de cada día. Al Movistar ya le va bien. El Sky dista un continente de ser ese equipo poderoso que ponía el cerrojo en el Tour y donde nadie se movía sin su permiso. Y, por si fuera poco, en cada instante, por más que lo pruebe Contador, por más que se retuerza Froome, Quintana levanta el dedo para reivindicarse como líder, para decir que esta Vuelta tiene sabor colombiano y que cada vez falta menos para llegar a Madrid y vivir la fiesta final de la carrera.

LA GALLARDÍA DE FROOME // Y por esa razón se aplaude la gallardía de Froome, porque Quintana es el más potente, en todas partes, en La Camperona leonesa, en los Lagos asturianos, en el Formigal aragonés y, por supuesto, en el Mas de la Costa castellonense, donde se dedicó a controlar, pero también a acelerar para probar a sus rivales; a Froome que como en cada subida de esta Vuelta se cortó al principio, pidió permiso a su potenciómetro y, poco a poco, llegó a la altura de Nairo, de Contador, y también de Esteban Chaves, que sabe que los cinco segundos que le lleva al líder del Tinkoff son una miseria para aguantar tercero de la clasificación general ante la contrarreloj del mañana.

El Mas de la Costa hizo su presentación de largo en la Vuelta, como marca de la casa, espectacular para el público, pero tan dura, tanto, que hacía imposible, salvo que alguien reventara, que cayeran los tiempos entre Quintana, Froome, Chaves y Contador, que se presentaron como cuatro mosqueteros; eso sí, a más de tres minutos de una colección de 23 fugados que encabezó el corredor suizo y vencedor de la etapa Mathias Frank.

OJO A LA CONTRARRELOJ // Froome no se entrega aunque sea para luchar por el segundo puesto y para presumir que ha sido el primero del Tour y el segundo de la Vuelta. Otro, a lo mejor, se habría ido para casa, pero su orgullo de campeón, el que se enoja con su equipo por dejarse ir, por entrar fuera de control en Formigal, le impide retirarse. Y porque mañanaquiere ganar la contrarreloj, recortar tiempo a Quintana… y a ver qué ocurre subiendo el sábado a la base aérea de Aitana (Alicante). “Yo he ido a lo mío, que era estar pendiente de Froome”, confesaba Quintana, que con 3.37 minutos a su favor sigue sin fiarse un pelo del británico, a cuatro etapas de acabar la Vuelta. H