Sí, tenían razón todos: el fútbol sin gente no se parece en nada a ese espectáculo que se ha convertido en un fenómeno de masas, que despierta pasiones y sentimientos en ocasiones extremos. Acudí a la Cerámica como el niño que llega a clase el primer día de curso. Entre nervioso y expectante porque no sabía qué me iba a encontrar. El covid-19 nos ha cambiado la vida. Lo de la nueva normalidad más bien es una anormalidad incómoda, que nada tiene que ver con nuestras costumbres y hábitos. Tarde de reencuentros. Con mascarillas, guantes y sin abrazos. Las calles adyacentes al estadio de la Cerámica vacías, silenciosas, sin el bullicio de tráfico de un día de fútbol. Bares vacíos, puertas cerradas y control exhaustivo para acceder al estadio con tomas de temperatura incluidas.

El Villarreal había hecho un esfuerzo brutal para darle color y calor al estadio. 17.000 avatares intentaban disimular que no todo era normal. La firma Promopublic realizó un trabajo sensacional. De cerca, los aficionados parecían de carne y hueso.

Se oían los gritos de Calleja, sus consignas a los jugadores, como si estuviesen delante. Luego el Villarreal le puso sonido ambiental al partido y con la concentración del juego, llegabas a creerte que te habías despertado de un mal sueño y que todo era como antes. La megafonía funcionó muy bien y la grada animaba en los momentos clave.

Incluso celebraron el gol de Carlos Bacca con júbilo. Como en los miles de hogares de seguidores amarillos. Luego todo volvía a ser igual. Sobre todo porque el partido se fue contagiando de la frialdad y bajó en intensidad. Ritmo lento y aburrido.

A mi lado un compañero gritando a Santi Cazorla que diera un cambio de orientación. Seguro que el Mago lo oyó como si fuera uno de sus compañeros. Solo las pausas de hidratación, justo en una tarde fresquita y sin calor, rompieron el tedio. Ni tan siquiera el VAR tuvo que funcionar… afortunadamente.

Todo quería ser igual, pero no lo era. Salvo el sufrimiento final del Villarreal que era como un dejà vu. ¡Por favor, que vuelva la gente! ¡Que vuelva mi fútbol! Porque este deporte no es de sillón, ni de bata, ni de zapatillas de andar por casa. Prefiero el calentón del estadio, los silbidos, los cánticos, la pasión… es decir, prefiero el fútbol de verdad.

¡Vosotros, los aficionados, sois la verdaderas estrellas! Nada es igual. No tengo duda alguna. ¡Maldito coronavirus!