En economía, el método Just-In-Time (justo a tiempo) es un sistema de gestión logística que la industria automovilística japonesa empezó a desarrollar en los años 80 y que se extendió después por todo el mundo y a todos los sectores, y que consiste básicamente en mantener los inventarios al mínimo nivel posible, haciendo que los suministradores entreguen justo lo necesario y en el momento preciso para completar el proceso productivo. Es un sistema que permite reducir los costes de mantenimiento y facilita la adaptación a los cambios pero que también crea tensiones ante el riesgo de que un retraso o una suspensión en la entrega paralice la producción.

Se diría que Philipe Coutinho ha decidido regularse esta temporada siguiendo los principios del método Just-In-Time: el brasileño ha mantenido sus prestaciones al mínimo durante todo el curso para suministrar lo mejor de su repertorio en el último y decisivo tramo, cuando se juegan las finales y se levantan los trofeos. Esa es, al menos, la impresión que dio el sábado, durante los 45 minutos en los que estuvo sobre el césped.

En el encuentro que brindaba al Barcelona la primera oportunidad de conquistar de forma matemática el título de Liga, Coutinho formó parte del once inicial y, en ausencia de Messi, fue, de largo, el atacante más afinado. Fluido en las conducciones, preciso en los pases y decidido en los remates (disparó cinco veces a puerta, el triple de lo que promediaba hasta ahora por partido), el carioca se acercó por fin a su mejor versión y solo se quedó sin el premio del gol por las estupendas intervenciones del guardameta del Levante, Aitor Fernández.

Su buena actuación le permitió no solo reconciliarse con el público del Camp Nou, mosqueado aún por el gesto desafiante que hizo Coutinho después de marcar un gol de bandera al United en la vuelta de los cuartos de la Champions, sino también adelantar a Dembélé, que sigue sin alcanzar el nivel que exhibió antes de su última lesión, en la carrera por ocupar un puesto de titular el miércoles ante el Liverpool.

Esa es una cita que el brasileño tiene marcada en rojo en su agenda desde que el sorteo de la competición europea determinó un posible cruce en las semifinales. A orillas del río Mersey fue donde Coutinho desplegó su mejor fútbol y donde se consolidó como la estrella de talla mundial. Y el carioca quiere aprovechar el reencuentro para demostrar ante los ojos de toda Europa que sigue siendo ese jugador desequilibrante capaz de decidir partidos.

Cambio significativo

Así parece entenderlo también Valverde, que ante el Levante optó por dejar a Coutinho en la caseta en el descanso para dar entrada a Messi, en un gesto que solo cabe interpretar como una forma de resguardar al brasileño antes del crucial choque de Champions del miércoles. El técnico, por cierto, ha sido decisivo en la recuperación anímica y futbolística del jugador, con quien ha conversado varias veces en profundidad. Tiene sus razones. Valverde sabe mejor que nadie que el Barça necesita a Coutinho para afrontar con garantías el último asalto a la competición continental. Y Coutinho ha dado el paso adelante en el momento preciso. Justo a tiempo.