De llanto a llanto. De la mayor desgracia de su vida a la mayor felicidad de su historial. De la desesperación de salir del partido soñado durante décadas a dirigir, desde la banda, los últimos minutos de su selección camino de la gloria. Nadie sabe si esta conquista servirá para que Cristiano gane el Balón de Oro, pero no hay duda de que, lesionado y todo, fuera de la segunda gran final de su vida, abandonando el terreno de juego en camilla y entre lágrimas a los 22 minutos de juego, tirando, sin desprecio, solo con dolor, con mucho dolor, el brazalete de capitán al césped, CR7 fue el protagonista de la final europeo…hasta que apareció un tipo llamado Eder, que había metido ocho míseros goles en toda la temporada, para meter a todo un país en la historia del fútbol.

La final que debía de significar la consagración de Cristiano Ronaldo ante cientos de millones de telespectadores se convirtió en un auténtico drama cuando, a los 17 minutos, Payet impactó con su rodilla en la rodilla izquierda del portugués. CR7 trató de sobreponerse al dolor y a las lágrimas, a la desilusión y al desencanto que le producía tanto dolor. Se fue a la banda, le protegieron la rodilla, volvió al campo, pero estaba roto. Y fue entonces cuando se tiró sobre el césped, rompió a llorar y lanzó el brazalete sobre el verde.

Entraron las asistencias y CR7 seguía llorando. Lo retiraron en camilla y CR7 continuaba derramando lágrimas. Y, no solo todo el estadio, no solo los 80.000 espectadores le ovacionaron, también Didier Deschamps, el seleccionador francés, se acercó a la camilla y trató de animar a Cristiano. Había sido campeón de clubs con el Madrid y quería serlo, lo fue, con su selección.

No volvió al campo. Se quedó en el vestuario con su médico, José Carlos Noronha, pese a que dijeron que se lo habían llevado a un hospital.

Y en la prórroga sí volvió a aparecer el CR7 protagonista, activador, campeón, robándole todo el protagonismo a Fernando Santos que dejó su equipo en manos del astro, al que ni siquiera el cuarto árbitro se atrevió a exigirle que no podía hacer lo que estaba haciendo: dirigir al futuro campeón desde la banda. H