Hubo una imagen de emoción, de las que ponen la piel de gallina, en la cumbre del Naranco, allí donde el mito de José Manuel Fuente, El Tarangu, hacía rugir a la afición asturiana al ciclismo. Cuando a David de la Cruz, tras ganar en solitario en la gran cima de Oviedo, le impusieron el jersey rojo de líder --porque no solo venció en la etapa sino que se puso a comandar la general por delante de Quintana, Valverde, Froome y Contador, casi nada--; cogió la prenda y besó el principal maillot de la Vuelta. Victoria, liderato, éxtasis, felicidad y emoción. El sueño de un corredor de Sabadell y Palafrugell hecho realidad en una tierra de Asturias, tan verde como ciclista.

Iba calladito en las ocho etapas precedentes de la Vuelta y hasta su equipo, el Etixx belga, había emitido a mitad de la semana pasada un comunicado en el que informaba que había renovado al corredor. Pero desde el anonimato respiraba por primera vez el mismo aire, junto a ellos, de las grandes figuras de la carrera. En su escuadra le habían dado libertad, al estilo de Valverde en el Movistar: que se divirtiera, que buscase un puesto de honor en la general y, si podía, que pillara la fuga buena. Y bien que la cogió cuando la Vuelta se olvidó del sol leonés en San Isidro para entrar en un espacio casi tenebroso, sobre el escenario asturiano.

EN UNA NUBE // “Tuve dudas de que llegara la escapada y hasta pasé un momento malo en La Manzaneda, pero me sobrepuse y ataqué en la entrada a Oviedo. Solo, a falta de dos kilómetros para meta, me informaron desde mi coche que también podía ser líder. Y desde que crucé la meta ya no me enteré de nada porque ganar aquí, en el Naranco, es algo muy grande”. Ganó y se subió a una de esas nubes bajas para afrontar hoy la ascensión a los Lagos de Covadonga, una de las cimas con más historia.

Hoy, posiblemente, los 22 segundos sobre Quintana le parecerán pocos a De la Cruz, porque ayer, los grandes, dejaron tiempo a la fuga, pero hoy es uno de los días claves en la Vuelta y difícilmente Quintana, Valverde, Froome y Contador estarán quietos. Pero que le quiten lo bailado. H