El Castellón vuelve a estar en el buen camino, en el de la permanencia. Llegan los entrenadores, al principio recelan de Cubillas... pero el capitán, más pronto que tarde, les hace ver de su error. A pundonor y entrega no le gana nadie. Un cabezazo suyo, cómo no, premió la progresión de un equipo muy renovado, futbolística y anímicamente, que se apuntó el duelo contra el Conquense, al que ya había eliminado en septiembre de la Copa del Rey con idéntico marcador (1-0), acercando el play-out a dos puntos y la salvación completa, a tres.

El Castellón es otro, aunque todavía muy justito. Con esos tres o cuatro retoques que ha reclamado Óscar Cano, sus opciones ganarán muchos enteros. Castalia empezó a atisbar anoche qué tipo de equipo verá, con sus virtudes pero también con sus defectos. El Conquense, candidato a no bajar, estrelló dos postes e hizo lucir a Campos en al menos tres oportunidades cristalinas.

El nuevo entrenador, en su segundo partido a los mandos del Castellón, primero en casa, envió bastantes mensajes con la alineación. Desde el punto de vista de la estructura del equipo, un elástico sistema, con Castells ahora en el eje de la zaga, ahora por delante, mutando del 3-4-2-1 al 4-1-4-1. Eso sí, con dos carrileros de largo recorrido, un par de mediapuntas dinámicos y un 9 amenazador. El andaluz, esta vez, dio el carril derecho a Muguruza en detrimento de Rubén García, a la vez que sentó a Hicham. Kilian y Acevedo se asomaban en ataque con renovados bríos, cerca de Cubi, una vez que el técnico corrigió su error de Peralada: el capitán en el once y Máyor, en el banquillo.

El partido se jugaba a lo que pretendía el Castellón, desconectando al Conquense, equipo que, como demostró en la madrugadora visita copera, lo maneja muy bien, pese a su modestia. Pero cuando el potente Agi lo tenía y buscaba a Cárcaba, ahí podían suceder cosas, sobre todo frente a un adversario aún en fase experimental y que en su afán de minimizar (que no desterrar del todo) el patadón, helaba a veces la sangre del respetable con cesiones a Campos y/o con combinaciones no exentas de riesgo.

El Castellón se sentía lo suficientemente cómodo como para soltarse, probar rápidas asociaciones o, incluso, una vaselina de Muguruza tan tímida como insustancial. Pero cuando oteaba de cerca a Marqueta, cierta precipitación, ganas de terminar rápidamente la jugada en busca del ansiado gol, frustraban las buenas maneras, alentadas desde la grada, que tan pronto rumiaba por esas acciones peligrosas en los dominios de Campos, como jaleaba las intenciones, todavía sin réditos, de los suyos.

EL DÍA DE MUGURUZA // Muguruza, en su nuevo rol, entendió a las mil maravillas lo que pretende Cano: ofrecerse, asociarse y llegar. Al primer minuto, un defensa interceptó su voleón. Poco después, el portero manchego era quien evitaba el 1-0. Marqueta, en el minuto 17, exhibía sus puños en un remate de Kilian. Veinte más tardó el Castellón en inquietar a la Balompédica, con un cabezazo desviado de Cubillas a servicio de Verdú. Después de la primera advertencia visitante, con Campos tirando de reflejos ante ese incordio que era y es Agi, el primer tiempo, que se alargó tres minutos, murió con otra buena intervención del guardameta del Conquense, a resultas de un saque de esquina en el que a la tercera, Delgado pudo enganchar el remate y probar de nuevo a Marqueta para dar carpetazo a 45 minutos de un Castellón, como las navidades, repleto de buenos propósitos, pero poco efectivo.

NUEVA DECORACIÓN // El paso por el vestuario le sirvió al Conquense para reajustarse. Agi, siempre Agi, capitalizaba todo el peligro manchego, hasta el punto de exigir otra vez a Campos. El Castellón, mucho más profundo por la derecha, empezaba a acusar el desgaste de un incansable Muguruza. Cárcaba, en un tiralíneas, provocaba que Campos, sin capa de Supermán, volase. El subsiguiente córner, nuevo susto, con testarazo al larguero de David Rodríguez. Mucho, demasiado ya, avisaba el Conquense, que, claramente, comenzaba a decantar el encuentro de su parte, en gran medida porque el Castellón, tan cohesionado, tan pendiente de mantener una estructura casi geométrica sobre el terreno de juego, se deshilachaba.

Muguruza, por tercera vez, se topaba con Marqueta y, en el contraataque posterior, Cárcaba, en posición acrobática, casi a puerta vacía, no concretaba el 0-1.

Si había que leer entre líneas con el once de Cano, tampoco fue gratuito que su primer cambio fuera el canterano Pablo Roig, un futbolista que es muy de su agrado y a quien pretende cuidar. El pipiolo mostró personalidad, reclamando el esférico y dotando al equipo nuevamente de pausa.

DOS PENALTIS AL LIMBO // El partido estaba para que cayera hacia cualquier lado. Pudo decantarse ya con el penalti claro sobre Cubi por agarrón de Oriol Rey, a un cuarto de hora del final, pero no lo señaló. Tampoco otro, igual o más claro, sobre Gálvez. Castalia estalló, y en esas recibió, con cierta desaprobación, el ingreso de Hicham, el hombre que había resuelto la eliminatoria copera. Los dos recién incorporados movieron la pelota para, con la intervención de Caballero, llegase a Muguruza, quien tuvo una eternidad para recibir, pensar y temblar hacia Cubillas: éste, elevándose en el cielo, hizo justicia con el 1-0, a 10 minutos del final.

¡Y qué 10 minutos! Hicham, en una contra, pecó de egoísmo y marró el 2-0, por no pasar el balón a Caballero, que corría a su lado. En el descuento, segundo larguero del Conquense, en una falta de Lozano que repelió la cruceta. Castalia respiró, a caballo de la alegría y el alivio, por el segundo triunfo, que permite abandonar el farolillo rojo y ponerse a tiro de piedra de la salvación.