El Villarreal sigue su escalada hacia Europa, pero ayer estuvo a punto de volver a sufrir el síndrome que le paraliza cuando tiene enfrente a un rival que pelea por eludir el descenso. Empezó a velocidad de crucero el partido y acabó protagonizando un déjà vu que esta vez concluyó con final feliz, pero con el susto en el cuerpo. El Mallorca estrelló un balón en el larguero en el 88 y Peña sacó milagrosamente bajó palos el empate en la prolongación.

Otra vez se volvió a desmoronar la estructura de un equipo que estuvo a punto de tirar por la borda un encuentro que parecía ganado fácilmente en la primera parte. A diferencia de Vigo, con los cambios el Submarino fue perdiendo poso como equipo y acabó con el agua al cuello, pero ganando, que en esta Liga exprés es lo único que cuenta.

El Villarreal empezó como en Balaídos, mandando y a un ritmo alto. Como si se hubiera pasado dos meses violando la cuarentena y montando pachangas de incógnito en la Ciudad Deportiva. Algunos, como Bacca, Anguissa, Mario, Alberto Moreno o el mismo Chukwueze, han regresado con más chispa y mejor forma que cuando la competición se suspendió por la crisis del covid-19. Solo tres cambios respecto al once que venció al Celta y transmitió excelentes sensaciones, una de ellas obligada por la sanción de Iborra: Trigueros, Chukwueze y Bacca fueron las novedades en detrimento de Moi, Gerard y el de Moncada.

UN RIVAL COMPLICADO

El Mallorca, pese a su situación en puestos de descenso, es un equipo con las constantes vitales intactas. Un bloque bien trabajado, aunque vive en exceso de Kubo. El primer susto lo dieron los baleares con un trallazo al larguero de Baba a los seis minutos.

La primera parte dejó ver a un buen Villarreal. Desdoblamientos de sus laterales, aprovechando los espacios libres que posibilitan la movilidad de Cazorla y Chukwueze, integrantes del cuadrado mágico que deja libertad absoluta para crear en ataque. En Vigo, la entrada de Bacca y Chukwueze insufló un plus de verticalidad y frescura. Y ayer ambos volvieron a exhibir un punto de forma extra. El nigeriano encaró por el flanco derecho el área del Mallorca y se plantó en la línea de fondo para dejar al 9 colombiano un balón listo para empujarlo a la red.

GOL... Y PROBLEMAS

Al cuarto de hora el Villarreal ya estaba por delante. Pintaba muy bien. Pero llegó la relajación tras el 1-0 y el partido perdió ritmo y bajó en intensidad. Cazorla no estaba tan fresco como en Vigo y eso se traducía en un descenso de esa velocidad mental que el Mago asturiano imprime al juego. El Villarreal no perdió el control, pero se dejó intimidar por el Mallorca. Calleja dio descanso a Cazorla en el descanso y echó gasolina al centro del campo con Moi Gómez.

Trigueros y, fundamentalmente, Anguissa, mantenían la columna de un Villarreal que perdía fuelle a medida que pasaban los minutos, y como en tantos otros choques no acababa de cerrar el partido. Los baleares se postulaban para sacar tajada de la Cerámica, porque los amarillos volvían a pecar de poca contundencia en ataque.

El partido entró en los diez minutos finales en una fina frontera entre el 1-1 y el segundo gol del Villarreal. Cualquiera de las variantes parecía abierta. Defensivamente el Submarino no mostraba fisuras, porque tanto Pau como Albiol taparon las deficiencias de un centro del campo que había perdido la compostura táctica.

El Mallorca acabó encerrando al equipo de Calleja. La suerte, el larguero, las paradas de Asenjo y la candidez ofensiva de los bermellones posibilitaron que el Villarreal se llevará los tres puntos. El síndrome del rival de la parte baja que sufren los amarillos no tuvo efectos letales. Con angustia, pidiendo a gritos el final y con el agua al cuello... pero los puntos se quedaron en casa.