Puede que yo esté influenciado porque soy un amante (y practicante ocasional, eso sí a un nivel muy básico) del ciclismo, pero hay pocos espectáculos deportivos, de primera magnitud, que ofrezcan una mejor relación calidad/precio que la Vuelta.

La provincia, además, tiene un protagonismo creciente. La de agosto será la tercera presencia consecutiva, lejos de aquellos tiempos en los que pasaba de uvas a peras y de puntillas, con etapas desaprovechadas, de relleno, seguramente para cumplir con el expediente y que la organización pudiese asegurar, con el paso del tiempo, que acababa recorriendo todos los rincones de la amplia y variada piel de toro.

En esta visita encadenada, además, se ha hecho buscando un recorrido atractivo que conjugue esa combinación de mar y montaña, con otra particularidad: entre los años anteriores y el próximo acabará discurriendo por las principales poblaciones de la provincia. La fiesta grande se vivirá con la etapa entre Benicàssim y Alcossebre (final en la ermita de Santa Llúcia) y, al día siguiente, descubriendo ese pequeño gran tesoro que es la Serra d’Espadà en la jornada que partirá desde Vila-real para acabar ya en Sagunto.

Además, de los intereses turísticos y económicos que conlleva un espectáculo como este, creo que la reiterada presencia de la Vuelta en Castellón recompensa la gran afición a este deporte en una provincia que solo echa de menos a un corredor profesional para galvanizar ese interés.