A Primoz Roglic cuesta tanto dejarlo cortado en cualquier cuesta del Tour como arrancarle una frase interesante en las conferencias de prensa, limitadas a tres preguntas, que ofrece desde que consiguió el jersey amarillo en Laruns, en la despedida de los Pirineos. No es algo nuevo. En la Vuelta que ganó el año pasado hizo igual. Es tan metódico que mide cada segundo que da y los cuenta como un sacrificio que le resta horas de descanso y tiempo de recuperación.

A los 30 años comenzó en el 2019 a cimentar una fama de corredor capaz de aspirar y ganar una carrera de tres semanas. Casi lo consigue en el Giro y lo logró en la Vuelta después de renunciar al Tour para no perderse el nacimiento de su hijo. Su mujer, con el bebé, lo siguió por toda España en una autocaravana y hasta el último día se tuvo que refugiar en la sala de prensa para salvaguardarse del frío que hacía en la sierra de Gredos. El bebé lloraba ante los periodistas que contemplaban como el padre huía de las preguntas como ganador de la carrera.

La ayuda de Dumoulin

Así es y no se le va a hacer cambiar. Así es y así se ha ganado la confianza de un Jumbo que en las etapas de montaña no parece tan incuestionable y controlador como se creía en la salida de Niza. A la hora de la verdad, antes de quedarse solo ante el peligro y ante Tadej Pogacar, le asiste únicamente Tom Dumoulin, que venía como aspirante a la victoria final y ahora se ha convertido en gregario de Roglic.

¿Ganará el Tour? Posiblemente así sea, pero es un ciclista, a la vez, que se ve envuelto en problemas en el instante más inesperado. Le ocurrió en el Giro, antes de la explosión de un Richard Carapaz ahora desaparecido en combate. Se cayó en una etapa que recorría las pequeñas montañas de Lombardía cuando llevaba el jersey rosa a cuestas. Y ya nunca más pudo recuperar el tiempo perdido. Tuvo tan mala suerte que se le averió la bici, justo cuando el coche de equipo se había detenido porque la vejiga de su director ya no podía aguantar más orina en su interior. Coloquialmente el hombre se estaba meando, aunque en esa ocasión lo hizo fuera del tiesto.

ENTRE EL PELIGRO PARA ÉL Y LA POLÉMICA

Pero es que en la Vuelta le pasó también un incidente, tan peligroso como polémico, después de verse atrapado en un corte tras una caída que se produjo en la antepenúltima etapa, en ruta hacia Toledo. El Movistar, con sus hombres al frente del pelotón, avisados del riesgo de caída tras el paso por un pueblo con carretera peligrosa, iniciaron una ofensiva en toda regla. Los acusaron de poca deportividad, por aquello de no aprovecharse del líder cuando se ve envuelto en un accidente. Al final, el conjunto telefónico levantó el pie, pero aquella reacción le podía haber entregado el liderato de la Vuelta a Alejandro Valverde forma sorprendente.

Pero es que el día anterior, en una etapa que llegó a Guadalajara acelerada por el viento, con el pelotón cortado, Nairo Quintana, que entonces corría también en el Movistar, se coló en la escapada del día que iba camino de conseguir una minutada de escándalo que recompensaba al ciclista colombiano con el jersey rojo de la ronda española. El Astana, temoroso por Miguel Ángel López, le salvó la papeleta al ciclista esloveno. "Queda mucho Tour y pueden ocurrir muchas cosas y no pienso en ningún rival en especial", de lo poco que dijo Roglic al acabar la 13 etapa en la videoconferencia diaria. Es así, que le vamos a hacer. Es el líder del Tour.