Para Eliud Kipchoge, atleta metódico, todo tiene que estar controlado. Es un atleta de rutinas al que no le aburre seguir una planificación monótona de series los martes, tirada larga los jueves y 'fartlek' los sábados. Así una semana tras otra, un mes tras otro si exceptuamos las pocas sesiones de gimnasio de la pretemporada. Sólo un detalle se incluyó a partir de enero: los domingos tras coche.

La mayoría de atletas kenianos nunca se entrena en asfalto por el miedo a las lesiones; sólo cuando llueve tanto que los caminos están impracticables. Pero los científicos de Nike sugirieron incluir unas sesiones específicas que no solo necesitaban asfalto sino que además iban orientadas a simular la carrera de Monza: correr a la estela de un coche. Y Eliud, como atleta metódico, siguió el consejo.

Casi cada domingo a partir de enero, yo conducía hasta la casa de Eliud. Fuera, siempre listo, él me estaba esperando y nos poníamos en marcha. El primer kilómetro transcurre por urbanizaciones y no es cómodo que vaya delante así que me colocaba detrás. Pero al llegar a la carretera de Kaptagat, sin tráfico y con buena visibilidad, yo era la 'liebre' y él me seguía. Ya casi no miraba la carretera sino el retrovisor. Tenía que controlar que no me alejara demasiado y, sobre todo, que Eliud no se me echara encima.

No llevábamos un ritmo específico, era básicamente correr por sensaciones y aprender a correr detrás de un coche. No era un entrenamiento físico sino mental. Porque todo tiene que estar controlado. Así es Eliud y así pasábamos las mañanas de domingo.

Al llegar a los 10 kilómetros, dábamos media vuelta. La carretera se volvía ligeramente favorable y, sin prestarle atención, los kilómetros salían a 3 minutos y 20 segundos. Ahí uno se da cuenta del talento de Eliud. Los domingos son días de descanso para la mayoría de atletas kenianos y él trotaba a 3.20. Sin esfuerzo. Era un entrenamiento mental.

Pero en Monza él no era el corredor que iba detrás del coche sino detrás de las 'liebres'. Preguntamos a los kenianos que harían de liebre si querían apuntarse a estos entrenamientos pero nunca se apuntó nadie. Éramos sólo Eliud y yo, viendo amanecer en el valle delRift camino de Kaptagat.