Nació durante los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984. Y lo hizo con un sueño: ser medallista olímpica. Le daba igual el deporte y la disciplina. Elizabeth Swayney quería subirse a un podio olímpico y sentir la felicidad de los grandes atletas. Su sueño se cumplió a medias. Ha podido participar en los Juegos de Pyeongchang, pero ha fracasado. O al menos así lo ha entendido el mundo. Esta esquiadora estadounidense, de 33 años, ha representado a Hungría (país natal de sus abuelos) en los JJOO de invierno sin saber apenas esquiar; algo que le ha convertido en la comidilla de la competición.

Ha logrado finalizar la prueba e, incluso, eclipsar la actuación de las ganadoras. Sin embargo, su participación pasara a la historia por la comicidad de su ejercicio, en el que se puede ver a Elizabeth intentando finalizar el recorrido sin caerse. Mientras sus contrincantes vuelan y realizan espectaculares vueltas para conseguir una mayor puntuación, ella tiene suficiente con no caerse. Y lo consigue. Finaliza la prueba como última clasificada y se queda fuera de la final, algo que le decepciona. "No me he clasificado para la final, así que estoy realmente decepcionada con eso. Trabajé durante varios años para lograr esto", explica al concluir la prueba.

Su vídeo se ha convertido en viral, pues nadie entiende como una esquiadora olímpica es incapaz de realizar los trucos más básicos de la competición. Y ella se muestra sorprendida a la par que enfadada cuando se duda de su profesionalidad. Sin embargo, pronto saca pecho y demuestra la actitud que le ha llevado hasta Corea del Sur. "Que la gente dude de mí en realidad me motiva para mejorar más. Solo hay 24 mujeres en el mundo que han podido estar en esta final, así que eso me motiva", sentencia Elizabeth preguntada por la repercusión del vídeo.

LO QUE SEA CON TAL DE SER OLÍMPICA

Con su historia bien podría escribirse un libro de perseverancia y superación. Con tan solo 7 años aseguró a sus padres que quería ser olímpica y empezó a luchar por ello. Comenzó a practicar todo tipo de deportes. Probó con el patinaje, el remo, el bobsleigh e, incluso, el skeleton. Pero nada, no lograba destacar. Hasta que el esquí se cruzó en su camino.

Tras acudir como espectadora a los Juegos de Invierno de Vancouver 2010, Swaney descubrió el deporte que andaba buscando. Vio en el esquí la oportunidad de su vida y no la desaprovechó. Empezó a entrenar en Utah, donde estuvo 6 años practicando. Sin embargo, como ya le había pasado en otros deportes, no destacaba por encima de nadie. De hecho, era incapaz de hacer grandes ejercicios, lo que le cerraba las puertas del sueño olímpico. Pero no desistió.

Alguien le explicó que de imposibles se vive y se lo tomó al pie de la letra. Viendo que por calidad jamás participaría en unos Juegos, ideó un plan que la llevaría a los Juegos de Pyeongchang.

PERSISTENCIA

Lo primero que hizo es viajar a Hungría, país natal de sus abuelos, e inscribirse en la federación húngara de esquí. Allí, tendría menor competencia que en Estados Unidos. De hecho, existía una vacante en el equipo olímpico de halfpipe magiar. La suya.

Con la plaza en mente, Elizabeth continuo estudiando cómo podía lograr la clasificación para los Juegos. Por eso, decidió asistir a todas las Copas del Mundo donde solo había 24, 25 o 28 mujeres. Según explica uno de los jueces de halfpipe del FIS Steele Spencer al Denver Post, aquella era una forma de ir acumulando puntos para el sueño olímpico, pues " los 30 primeros puntuan siempre".

Así fue como Elizabeth Swaney logró el billete para Corea del Sur. Con persistencia. Y algo de cara dura, también.